11/6/15

Tomorrowland: El mundo del mañana (Tomorrowland)

Tomorrowland: El mundo del mañana (Tomorrowland), no saquen las manos del vagón.

Cartel que no
Sé que llego un poco tarde pero, supongo, que dentro de un mes no significarán nada estas dos semanas de retraso. Por eso he decidido sentarme ahora a hablar de esta película, por eso y porque creo que al final sí lo merece.

El hype, lo que antes llamábamos expectativas, no sólo es algo peligroso si no juguetón y moldeable. El primer trailer de Tomorrowland: El mundo del mañana nos hizo salivar a la mayoría y, desde ese momento, me bajé del carro de la promoción. Incluso miraba al móvil e intentaba no prestar atención a lo que oía cuando coincidía con los nuevos avances de la cinta antes de la proyección de lo que tocase ver estos meses. El batacazo en Estados Unidos fue un primer palo, la cosa pintaba regular. Después llegaron las escenas de cinco minutos a modo de publicidad, algo que no me gusta y que intenta desesperadamente enganchar al espectador con un momento de la trama para que compre la entrada. Las críticas desiguales fueron la puntilla y, casi sin querer, me olvidé de ella durante unos días. Aupado por algún comentario positivo, me terminé armando de valor y ahora aquí estoy, contando mi historia desde el principio, como hace el protagonista al comenzar la trama con esos baches narrativos que no sé si funcionan demasiado.

Lo del fondo es el coche de Rita aparcado regular
Brad Bird firma una cinta imaginativa a base de beber de fuentes conocidas por todos pero, como no podía ser menos viniendo del director de Los increíbles, haciéndolo con estilo. El tono es marcadamente pasteloso, como si Disney hubiese decidido de una vez por todas no disimular su carácter infantil y lanzarse a la piscina. El problema es que la temática propuesta y las dos horas de duración se harán imposibles para los pequeños, al tiempo que los mayores serán empachados con fanfarrias y buenrollismo. Esto hace que desde el inicio sea un producto de target complejo.

La trama utiliza la excusa de la zona futurista de los parques temáticos de la casa, Discoveryland en Eurodisney y directamente Tomorrowland en los americanos, para contar una historia sobre una chica que descubre una suerte de realidad alternativa donde todo es posible. Para llegar allí, deberá unir fuerzas con un amargado ex niño prodigio, ex por lo de niño, y salvar a la humanidad de su propia destrucción pesimista. Por supuesto, teniendo al liante de Lindelof escribiendo parte del guión, los más jóvenes no entenderán nada y sus acompañantes adultos pasarán un mal rato para explicarles qué demonios ocurre.

Supongo que da igual, que lo importante era disfrutar de George Clooney y Britt Robertson viviendo aventuras en un mundo sobrecogedor y lleno de esperanza. Eso sí lo consigue, al menos si eres de los que te montas en una atracción de animatronics con la ilusión de cuando te tenían que ayudar a subir. A mí, que soy muy tonto, me pasa, puede que por eso haya disfrutado con esta cinta irregular, de guión enmarañado y lugares comunes. Me he dejado llevar por la ilusión de mirar lo que han preparado a mi alrededor, olvidando el rail por el que circula la vagoneta, la bailarina que ya no da vueltas porque se ha roto su mecanismo y las señales de seguridad pintadas para los de mantenimiento.

George contando nespressos
También he disimulado cuando he visto que por los agujeritos diseminados en falsas rocas, salía una música correcta pero repetitiva y perezosa, como de entrada a ese parque de atracciones del que nunca sale este título. Un Michael Giacchino que ya es, por méritos propios, uno de los herederos de Williams pero que, teniendo que trabajar a la vez aquí y en El destino de Júpiter, se ha echo un lío y ha entregado los recortes de fanfarrias que tenía a mano. Si viniesen de un compositor del montón sería una obra destacable, pero este tipo nos tiene acostumbrados a un nivel que exige mano dura cuando baja la batuta.

En definitiva, una película con tantos aciertos para el que los quiera ver, como errores para el que prefiera sufrir. Tan tontorrona como disfrutable, no creo que repita el viaje hasta que me olvide de sus trucos, pero mentiría si no reconociese que he pasado un buen rato y me han dolido los ojos cuando, al salir del túnel, he vuelto a la luz diurna de la cola.

Un mini rocketeer flipando con las obras
Aquí el trailer. Tercer fracaso de taquilla de una gran apuesta Disney junto a John Carter y El llanero solitario pero, esta vez, algo más injusto. Un 6'5.

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