15/10/15

Sitges 2015, día 5: lo otro

Que aquí no es, esto es lo del desbarre, tú lo que buscas es Sitges 2015, día 5: las películas. Olvida que has entrado en este post y vuelve por donde has venido. Por favor.

Tenía quince minutos así que no lo dudé un segundo, me senté en un bordillo a esperar. Muchos dirán que esto no es útil, que podría hacer muchas cosas de provecho en ese cuarto de hora que me regalaba la vida, y tendrán razón. No tengo excusa, sólo quería sentarme y mirar al infinito un rato, el capricho de un hombre cansado.

Yo sentado en un bordillo
Dispuesto a disfrutar hasta del último placer de una sentada improvisada, empecé a balancearme adelante y atrás, como dejando claro que ese lugar era mío, haciéndome partícipe de mis centímetros cúbicos y demostrando al mundo que no temía un desequilibro súbito, que estaba sentado y me mecería cuanto quisiera. En estas estaba cuando se desprendió un adoquín bajo mi trasero, seguramente por culpa de mi movimiento ondulante. Me levanté rápidamente, aunque los presentes dirían que no lo fue tanto, y descubrí que algo había quedado expuesto con el desplazamiento de la piedra. Una especie de papeles marrones sobresalía del barrillo que antaño unió la acera.

Como un perrete, excavé el yacimiento, consiguiendo en el acto rescatar unos escritos que leí, no sin asombro, mientras buscaba un banco seguro en el que remontar mi posición inicial. Como no tengo otra cosa mejor que hacer y deseo enormemente descubrir el origen del texto, aquí tienen la transcripción de un relato que nos remonta a tiempos inmemoriales, cuando todo era diferente y aun no había Wifi.


Hëllga, epílogo de un nacimiento

Hace eones, a millones de universos de nuestro mundo, en la realidad número diecisiete, nació del vientre de su madre una de las criaturas más beligerantes y sexualmente destructivas que jamás atravesó el plano existencial. De hecho, a punto estuvo de sesgar en dos el mismísimo plano existencial en una ocasión en la que las cosas no salieron como ella quería, pero para entender la sanguinolenta magnitud del relato, es preciso comenzar desde el principio del mundo, de su mundo, para que podamos conocer algunos de los dioses que regían las vidas de los desafortunados habitantes de aquella tierra.

En tiempos remotos, la diosa Promesa Futura fue salvajemente violada por su primo menor, Destino Cruel. Los padres de ambos, antiguas divinidades sin nombre, lucharon durante años por la custodia de la hija nacida de la relación incestuosa, la poderosa Agonía Cruel Futura. Cuando Agonía alcanzó la mayoría de edad, decidió poner fin al conflicto comiéndose a sus dos abuelos en un macabro ritual de músculos y tendones existenciales. Los padres de la joven Agonía, decidieron huir del mundo, pero fueron traicionados por su barquero y ofrecidos a la diosa enfurecida. Destino Cruel fue obligado a vivir dentro del útero de Promesa Futura hasta que ambos confesasen sus pecados: el incesto altamente prohibido y el sublime gozo resultante. El padre rápidamente se arrepintió del acto cometido años atrás, sobre todo por lo que implicaba no hacerlo, pero la madre dijo haber sufrido sin remordimiento alguno de la violación, por lo que la condena intrauterina se prolongó indefinidamente. Así, durante más de un siglo de siglos, Promesa Futura se golpeó con una barra de paladio verdoso en la tripa para hacer que Destino Cruel sufriese insufribles dolores abortivos.

Con dioses como estos, los mortales no podían ser mas que despreciables desechos de burra. Piratas y maleantes robaban a ladrones y asesinos mientras estos daban su merecido a borrachos pendencieros. Sectarios devoradores de niños y repulsivas criaturas, aguardaban en cada rincón de la tierra. No existía la bondad, no había piedad.

Aun así, algunos sobresalían entre los demás por su astuta vileza y sus malas artes. Su violenta forma de vida aterraba a las bestias informes y ensombrecía a los necrones más brutales. Había auténticos hijos de puta, pero esta historia se centra en la mayor, la peor y la más cruel de todos ellos, Hëllga, la bestia de las arenas.

Se avecinan tiempos raros

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