Hoy he visto
Midnight in Paris, una de artistas, luces, lluvia, amores descontrolados y mucha magia.
La genialidad de
Woody Allen no tiene límites. La dosis de este año demuestra que puede seguir emocionándonos y divirtiéndonos tanto como hace años. Una película cada doce meses desgastaría a cualquier genio, pero claro,
Woody no es cualquier genio, es
Woody. Sus obras más pobres, o las de menos éxito, son buenas películas y esta que comento ahora es de las grandes, de las que te sabrás el nombre aunque no seas fan.
Cada plano es absolutamente preciso, los diálogos fuera de cámara vuelven a la carga mientras nos damos cuenta de que esta vez llegan en los momentos más oportunos. Ya no rompe la regla, la modifica y crea una mejor a base de insistir. Con la horas de cine que le abalan no esperaba otra cosa pero aun así la perfección con la que está estructurada toda la película sigue sorprendiéndome.
Los minutos iniciales son para París lo mismo que fueron los primeros planos de
Manhattan para la ciudad de los rascacielos, una declaración de amor expresada con una poesía visual impactante. Lo que no logró con la Ciudad Condal en
Vicky Cristina Barcelona, lo hace en tan solo cuatro minutos de imágenes con música de fondo. A partir de ese momento tenía una cosa clara: tengo que volver a París.
La trama nos cuenta como Gil, un escritor americano de malos guiones de cine, pasa unas vacaciones con su prometida en París. El viaje está pagado por los padres de ella que también andan por ahí. Gil se está enamorando de la ciudad y pretende usarla como inspiración para terminar su primera novela. Su pareja y suegros, los americanos burgueses blanco de los insultos de
Allen en todas sus películas, están centrados en las compras, las cenas y sus planes de regreso a Los Angeles. Para rematar la faena se cruza con un antiguo noviete de la chica que es el perfecto pedante pomposo conocedor de toda la sabiduría del mundo. Gil no puede con su alma y una noche se va él solo a dar una vuelta hasta que, claro, se pierde. Sentado en una escalinata y no del todo preocupado por no saber donde está, comienza la magia. Un coche de los años 20, su época favorita, aparece por un callejón y es invitado a subir. Le llevan a una fiesta de época donde conoce a los anfitriones,
Zelda y
Scott Fitzgerald. Su estupefacción aumenta cuando ve a
Cole Porter y cuando nada más podía pasar, conoce a
Ernest Hemingway. Después de una instructiva y veraz charla vuelve al París de 2011 pero parte de él sigue en el pasado. Durante días vuelve cada noche a viajar en el tiempo y sigue conociendo a importantes personajes.
Hemingway le presenta a
Gertrude Stein para que le corrija la obra y al llegar a su casa
Pablo Picasso está discutiendo con la escritora. En una vieja taberna conoce a
Dalí y este le presenta a
Buñuel. Las noches no pueden ser más perfectas para Gil hasta que se da cuenta de que está enamorado de Adriana, una joven que parece ser la musa de gran parte de los artistas que se encuentra. La chica parece que responde a sus halagos pero claro, si
Hemingway se la lleva de safari, ¿Cómo competir con eso?
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Esta es la cara de Wilson |
Owen Wilson hace de
Woody Allen, bueno, de Gil. Si
Woody abusaba en su juventud de muecas a
Wilson le pasa un poco al contrario, su cara es tan exagerada de por sí que intenta no moverla. Aun así sus reacciones y frases son tan especificas de
Allen que es un gusto verle actuar así.
Marion Cotillard está perfecta en su papel de musa francesa y sí, churri tienes razón, en esta peli sale guapísima.
Rachel McAdams tiene el papel menos agradecido al hacer de mujer plasta del prota y en casi todas las escenas sale con
Michael Sheen, que hace de pedante plomizo, así que no es más que una herramienta entre diálogos. Una de esas escenas incluye a
Carla Bruni haciendo de guía francesa ¿era necesario? Bueno la verdad es que dentro de los cameos obligados mejor este que
Belén Esteban en
Torrente 4: Lethal Crisis.
Con todo esto
Woody Allen pretende varias cosas, a pare de hacernos pasar un buen rato en una sala oscura claro. Por un lado advierte de los peligros de la nostalgia y de vivir en el pasado. Para todos los personajes de la película el tiempo pasado fue el mejor, hasta que viajan a ese momento y ven como sus protagonistas señalan otro tiempo como el dorado. La película nos da una solución, hay que recordar y disfrutar del pasado pero viviendo el presente. La escena final es el resumen de esa idea, seguir oyendo a
Cole Porter pero mientras se pasea bajo la lluvia del Paris actual.
Por otro lado no hay que olvidar la dosis de alegría y optimismo que ofrece cada plano de la película. En otras películas de
Allen se aborda el tema del pasado pero esta es la primera con una visión tan positiva. Puede que sea su primera obra desde hace años donde vuelve a mezclar algo que le importa de verdad con comedia y vitalidad.
Cada plano está lleno de magia, belleza y buen humor. Los personajes famosos son caricaturas de lo que esperamos encontrarnos si viajamos al pasado. No intenta ahondar demasiado en sus personalidades pero sí usarlo de un modo perfecto para contar la historia que quiere.
En toda película de
Woody Allen hay frases para el recuerdo y de esta ya tengo alguna favorita, aunque supongo que cuando vuelva a verla iré sumando a la lista. De momento destaco cuando el prota se da cuenta de que la musa a pasado por la cama de todos los genios presentes y dice: ”Señorita, eleva a categoría de arte el término groupie”. Por otro lado, en la escena con
Buñuel,
Dalí y
Man Ray, el protagonista no puede más y les explica lo de sus viajes en el tiempo esperando que lo tomen por loco pero
Ray le responde que es absolutamente normal, a lo que Gil desesperado contesta: “pero es que ustedes son surrealistas, no pueden entenderlo.”
A parte de mil frases como estas tengo que hacer mención de la escena en la que el protagonista le sugiere a
Buñuel el argumento de
El Ángel Exterminador y el cineasta español replica: “No tiene sentido ¿por qué no podrían salir de la habitación? Qué tontería”.
Por todo esto y por mucho más espero que me hagan caso, oh cándidos lectores, y vayan corriendo a ver la ultima genialidad del tipo nervioso de las gafas. Absolutamente encantadora, deliciosa y divertida. Si no quería ir a París, desearas hacerlo cuando termines de verla. Si sí querías ir, saldrás del cine buscando vuelos para el finde que viene. Y mirarás el tiempo a ver si hay suerte y llueve.