El cartel da la misma pereza que el título |
La trama, basada en una novela de Mauro Covacich, nos
presenta a una joven que ayuda a enfermos terminales a morir en paz. Sus
servicios no son baratos pero sí rápidos y eficientes. Antes de cada trabajo, pregunta insistentemente al cliente para asegurarse de que realmente quiere
seguir adelante, una precaución que no evitará que, en el fondo, sufra por cada
día de curro. El problema vendrá cuando solicite sus servicios un hombre que
no tiene ninguna enfermedad a la vista.
El ángel de la muerte, dulce |
Lo mejor de la película es que se centra en su historia sin
entrar en el adoctrinamiento en pro o en contra de la eutanasia. Esta es la
historia de una chica que cree en lo que hace y también de cómo le cuesta
hacerlo. A partir de ahí, decide irse hacia la amistad con este paciente
irregular y, pese a ser el corazón del argumento, reconozco que me da un poco
igual. Prefiero los rituales de la muerte a su realización como persona, qué le
vamos a hacer.
En conclusión, una ópera prima perfectamente realizada y
fácil de ver a pesar de su temática y lo insulso de su título. Una historia que
me deja de interesar según avanza pero que no cuesta terminar.
Lisbeth haciendo recados |
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