Críticas un pelín exageradas |
La trama, escrita de nuevo por el mismo autor, nos cuenta tres historias de una misma familia. Los
padres se enfrentan a una aventura del pasado coincidiendo con sus bodas de
plata, la hija quiere dejar al novio para emigrar y el hijo, bueno, su parte realmente no incluye ningún problema salvo algo de dudas por parte de su
novieta.
Jane Horrocks y el pobre Peter Mullan forman la pareja
musical más absurda desde Streep y Borsnan. No cantan bien, no bailan bien y no
parecen interesados en lo que están haciendo. Freya Mavor y Antonia Thomas
aguantan físicamente pero con George MacKay y Kevin Guthrie delante es difícil
no aburrir. Sólo Jason Flemyng parece creerse su numerito.
No creo que sea un problema local, al fin y al cabo un tío
de Perth bordó el prota del mejor musical moderno hasta la fecha, sí, Ewan McGregor en
Moulin Rouge. El problema básico es que el barniz teatral a las canciones de
The Proclaimers le ha sentado tan mal como el flojísimo intento por hilarlas
con una historia sosa como ella sola. Las letras, leídas en los subtítulos, se vuelven
absurdas cuando son cantadas a lo Broadway si no han sido escritas para ello.
Además, esta película ha supuesto una decepción
personal. Primero porque no tengo ningún miedo a los musicales y tras una
semana de estrenos flojísimos, maldito mundial, esta era prácticamente mi
última oportunidad. Por otro lado, mi adoración por Edimburgo y la cultura
escocesa hace que este fraude tontorrón se me presentase de antemano como un
atractivo paseo por la ciudad. Una pena que sólo salve dos o tres de todos sus numeritos.
Hasta en el garito |
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