Tercera jornada en el festival de cine por antonomasia. Día
intenso en visionados pero me temo que más en cantidad que en calidad. Vamos a ello.
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Aquaman indie francés |
Vincent (Vincent n’a pas d’écailles) [
Nuev@s Director@s] es una humilde
producción francesa dirigida por el novato
Thomas Salvador. La idea es lo que
me metió en la sala, un chico apocado que cuando se moja con agua consigue
una velocidad y fuerza sobrehumanas. Este probable alumno de
Charles Xavier
entretiene cuando muestra sus poderes y poco más. El carácter independiente de la
cinta y el poco presupuesto no dejan mucho margen pero con lo que muestra
es suficiente. Donde falla
Vincent es en el conflicto del personaje protagonista, la parte
que hace diferente a esta película de las mega producciones actuales y por
donde podría ganar. De sus 87 minutos, se podrían
quitar unos 40 de el tipo mirando al infinito en silencio y quedarían
tres cuartos de hora muy apañados. Sólo una conversación con la novieta parece
rescatar este apartado del letargo pero es un espejismo momentáneo.
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Ser camarero en Brooklyn |
La Entrega (The Drop) [Sección Oficial] era el estreno americano del día.
Dirigida por
Michaël R. Roskam, tiene el triste honor de ser el último trabajo
del magnífico
James Gandolfini. Con una historia sobre perdedores en Brooklyn
que deben proteger el dinero de tipos más peligrosos,
La Entrega resulta
plenamente satisfactoria. También es cierto que no va mucho más allá de funcionar como un reloj y
contener un par de actuaciones de quitarse el sombrero, como la de
Tom Hardy
que pide a gritos el reconocimiento que merece, pero es fácil de recomendar y eso siempre viene bien. El protagonista recuerda un
poco a
Stallone en
Rocky, perro y novia disfuncional incluido. El obligado
giro de guión no deja de ser interesante por irse oliendo media película, está resuelto de un modo tan tajante que no hay quien se queje. El publico
ovacionó con ganas la cinta cuando terminó y una segunda vez cuando en los títulos de crédito apareció
la dedicatoria a
Gandolfini. Así da gusto.
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En Suiza no son tan neutrales |
Chrieg [Nuev@s Director@s] da la sensación de cinta improvisada sobre la marcha.
Desde Suiza y dirigida por
Simon Jaquemet, cuenta la historia de un chico algo
raro que saca de quicio a sus padres. La verdad es que tampoco la lía mucho y
el padre no parece tan duro pero, por lo que sea, le mandan tres meses a una
granja a modo de correccional. Allí descubrirá que el dueño es un borracho y
que a su cargo hay tres jóvenes violentos que le descubrirán los placeres de
ser un verdadero delincuente. Como
Los Edukadores pero sin ningún otro gancho
que el de seguir viéndola, la película va flotando hasta que no tiene por donde
salir y, simplemente, termina. Puede decirse que este es un punto de unión con
muchas otras pelis del
Festival, el hecho de no poder cerrar el marrón que has
creado y poner los títulos de crédito mientras huyes con el saco con el símbolo
del Dollar.
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Skate non stop |
Danger Dave [Savage Cinema] es una pena de documental en muchos sentidos.
Philippe Petit es un realizador francés que durante cinco años siguió a
David Martelleur, skater profesional que se resiste a retirarse pese a estar
demasiado mayor y borracho para su oficio. En un mundo donde los niños pasan
horas practicando y desarrollando trucos que no has llegado a comprender,
terminar siendo un payaso encima de una tabla parece fácil. A lo largo del
metraje vemos al pobre
David fallando una y otra vez, volviendo a caer en las
mismas fiestas imposibles y reincidiendo como mal profesional hasta límites
demenciales. La pena es que el poco carisma real del protagonista hacen que no
termine de merecer la pena ver esta historia. Entiendo que con cinco años de
brutos, el director no quiera tirarlo todo a la basura y el resultado no es
para eso, pero es una pena que una historia tan suculenta sólo de para una
sucesión de planos interminables de un tipo triste y perdido.
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Un festival sin Dafoe no es un festival |
Pasolini [Perlas] es el último capricho de
Abel Ferrara. El director
americano imagina el último día de la vida del realizador italiano,
intercalando este sueño con la representación de las notas de lo que podría ser
la siguiente película de
Pasolini tras
Saló o los 120 Días de Sodoma. Funciona por sencilla y por
alejarse del biopic estructural y aburrido.
Willem Dafoe cumple como de
costumbre y es un gusto verle en pantalla más que nada porque esta “realidad”
resulta mucho más interesante que la recreación de la supuesta futura película,
a ratos tontorrona y otros directamente bufonesca.
Ferrara no es
Pasolini y lo
sabe, pero se ha dejado llevar por la pasión con esos postizos sobreexpuestos.
Una pena porque cumple con el resto y hubiese sido más interesante profundizar en esa versión de la madre del director, único ser vivo de la película, o fantasear aun más con
Maria de Medeiros haciendo de
Laura Betti.
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