22/9/14

San Sebastián día 3: las películas

Tercera jornada en el festival de cine por antonomasia. Día intenso en visionados pero me temo que más en cantidad que en calidad. Vamos a ello.

Aquaman indie francés
Vincent (Vincent n’a pas d’écailles) [Nuev@s Director@s] es una humilde producción francesa dirigida por el novato Thomas Salvador. La idea es lo que me metió en la sala, un chico apocado que cuando se moja con agua consigue una velocidad y fuerza sobrehumanas. Este probable alumno de Charles Xavier entretiene cuando muestra sus poderes y poco más. El carácter independiente de la cinta y el poco presupuesto no dejan mucho margen pero con lo que muestra es suficiente. Donde falla Vincent es en el conflicto del personaje protagonista, la parte que hace diferente a esta película de las mega producciones actuales y por donde podría ganar. De sus 87 minutos, se podrían quitar unos 40 de el tipo mirando al infinito en silencio y quedarían tres cuartos de hora muy apañados. Sólo una conversación con la novieta parece rescatar este apartado del letargo pero es un espejismo momentáneo.

Ser camarero en Brooklyn
La Entrega (The Drop) [Sección Oficial] era el estreno americano del día. Dirigida por Michaël R. Roskam, tiene el triste honor de ser el último trabajo del magnífico James Gandolfini. Con una historia sobre perdedores en Brooklyn que deben proteger el dinero de tipos más peligrosos, La Entrega resulta plenamente satisfactoria. También es cierto que no va mucho más allá de funcionar como un reloj y contener un par de actuaciones de quitarse el sombrero, como la de Tom Hardy que pide a gritos el reconocimiento que merece, pero es fácil de recomendar y eso siempre viene bien. El protagonista recuerda un poco a Stallone en Rocky, perro y novia disfuncional incluido. El obligado giro de guión no deja de ser interesante por irse oliendo media película, está resuelto de un modo tan tajante que no hay quien se queje. El publico ovacionó con ganas la cinta cuando terminó y una segunda vez cuando en los títulos de crédito apareció la dedicatoria a Gandolfini. Así da gusto.

En Suiza no son tan neutrales
Chrieg [Nuev@s Director@s] da la sensación de cinta improvisada sobre la marcha. Desde Suiza y dirigida por Simon Jaquemet, cuenta la historia de un chico algo raro que saca de quicio a sus padres. La verdad es que tampoco la lía mucho y el padre no parece tan duro pero, por lo que sea, le mandan tres meses a una granja a modo de correccional. Allí descubrirá que el dueño es un borracho y que a su cargo hay tres jóvenes violentos que le descubrirán los placeres de ser un verdadero delincuente. Como Los Edukadores pero sin ningún otro gancho que el de seguir viéndola, la película va flotando hasta que no tiene por donde salir y, simplemente, termina. Puede decirse que este es un punto de unión con muchas otras pelis del Festival, el hecho de no poder cerrar el marrón que has creado y poner los títulos de crédito mientras huyes con el saco con el símbolo del Dollar.

Skate non stop
Danger Dave [Savage Cinema] es una pena de documental en muchos sentidos. Philippe Petit es un realizador francés que durante cinco años siguió a David Martelleur, skater profesional que se resiste a retirarse pese a estar demasiado mayor y borracho para su oficio. En un mundo donde los niños pasan horas practicando y desarrollando trucos que no has llegado a comprender, terminar siendo un payaso encima de una tabla parece fácil. A lo largo del metraje vemos al pobre David fallando una y otra vez, volviendo a caer en las mismas fiestas imposibles y reincidiendo como mal profesional hasta límites demenciales. La pena es que el poco carisma real del protagonista hacen que no termine de merecer la pena ver esta historia. Entiendo que con cinco años de brutos, el director no quiera tirarlo todo a la basura y el resultado no es para eso, pero es una pena que una historia tan suculenta sólo de para una sucesión de planos interminables de un tipo triste y perdido.

Un festival sin Dafoe no es un festival
Pasolini [Perlas] es el último capricho de Abel Ferrara. El director americano imagina el último día de la vida del realizador italiano, intercalando este sueño con la representación de las notas de lo que podría ser la siguiente película de Pasolini tras Saló o los 120 Días de Sodoma. Funciona por sencilla y por alejarse del biopic estructural y aburrido. Willem Dafoe cumple como de costumbre y es un gusto verle en pantalla más que nada porque esta “realidad” resulta mucho más interesante que la recreación de la supuesta futura película, a ratos tontorrona y otros directamente bufonesca. Ferrara no es Pasolini y lo sabe, pero se ha dejado llevar por la pasión con esos postizos sobreexpuestos. Una pena porque cumple con el resto y hubiese sido más interesante profundizar en esa versión de la madre del director, único ser vivo de la película, o fantasear aun más con Maria de Medeiros haciendo de Laura Betti.

Hasta aquí lo que han dado de sí las salas, en San Sebastián día 3: lo otro, encontraréis mil y una aventuras muy locas y divertidas. Agur!

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