Séptima jornada de locura y buenos alimentos. Lo de los
listos es en
San Sebastián día 7: las películas. Los desechos, desamparados y
marginados, que se queden aquí sin ensuciar demasiado.
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Maldito Bob |
Despierto a buena hora y me alegro. El primer susto me lo da
mi compañero de litera inferior cuando veo una extraña mancha azul en su cara,
único punto iluminado por el mortecino rayo de sol que ha conseguido atravesar
el ambiente espeso en el que flotamos. Veo que su almohada blanca está también
salpicada de azules y ni quiero pensar en la fiesta que estuvo anoche. Pitufos
muy locos. En la ducha me quedo definitivamente sin champú así que robo un poco
del que hay por aquí, espero que el guiri borracho surfero de turno sepa
perdonarme.
Camino del primer pase, miro a la unión del agua salada con
el agua dulce y tiemblo. El paisaje húmedo y rocoso me recuerda a Twin Peaks y me hace
pensar si no encontraré a la chica de la discusión de ayer, envuelta en unos
plásticos y sin su bolso negro. El maldito Bob ha vuelto a actuar, posiblemente mediante el fumador. Qué locura.
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Planazo 1 |
Trato de centrarme en mis pases y en mi escritura lo máximo
posible pero no puedo, divago. No me ayuda salir de una sesión en el
Principal y
volverme a topar con
Pumares que, esta vez sí, está gritando que algo es una
mierda. Intento enterar de a qué se refiere, si a la película que acabamos de
ver, que ciertamente lo era, o a cualquier otro fragmento de la realidad que
compartimos. Hay tantas cosas que podrían ser calificadas como
mierda que las
posibilidades son infinitas. Puede que esté hablando del WiFi del
Kursaal,
edificio donde tenemos que trabajar pero con peor conexión que la gratuita del
McDonalds. Puede que se refiera a cuando se te queda una palomita en una muela
que es muy molesto. O a pagar un pastón por entrar en Nochevieja en una
discoteca que odias y a la que no vas gratis el resto del año. Ojalá supiese si
hablaba de alguna de estas cosas.
El día avanza inclemente, imparable y algo insípido. Termina
con buen regusto a sushi y me vuelvo contento porque soy muy facilón. De camino
siempre paso por la discoteca People, genial nombre para un antro con esa
pinta, el mejor después de la Pirámides y el Carpe Diem. En la puerta han
puesto dos carteles promocionales de dos fiestas futuras para las que no voy a
estar y me da mucha pena. Pintaza.
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Planazo 2 |
Llego a mi destino y todo parece estar el calma. El fumador
me recibe con un
comoandamos y yo, chulesco, le respondo con un
conlospies. En
realidad no, me encantaría ser tan molón pero no me sale y le digo que muy bien
y que gracias por ser tan atento. En mi habitación tengo una especie de espejismo y me asusto
bastante por un momento. En la oscuridad distingo cuatro cuerpos para cuatro
camas así que me vuelvo al baño a pensar mi estrategia. Tendré que decirle al
fumador que ya es la segunda vez que alguien me roba la plaza, que ya está bien y que a quién
tengo que reventar la cabeza. Me lo encuentro en mitad del pasillo y voy hacia él con decisión, al menos hasta que
llego a su lado y agacho la mirada para pasar por un lado y entrar a mi cuarto,
a ver si la cosa se ha arreglado sola.
Pues sí, milagro. Efectivamente he contado
bien los cuerpos pero no he tenido en cuenta que de una cama sobresalen cuatro
pies. La mía está libre y dispuesta para que me tumbe a aguantar una noche de amor del
silencioso caballero que despertó con la cara azul. Tras tres noches monacales, resulta no ser tan silencioso. Ni siquiera me atrevo a
sacar el portátil para escribir esto, no sea que les moleste, así que entierro
la cabeza en la almohada y pienso por
bluetooth con la esperanza de que esto se
esté escribiendo. Buenas noches. El suelo tiembla. Tambores, tambores en lo profundo. No podemos salir. Una sombra se mueve en la oscuridad. No podemos salir. Ya viene...
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San Sebastián día 8: lo otro
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