26/9/14

San Sebastián día 7: lo otro

Séptima jornada de locura y buenos alimentos. Lo de los listos es en San Sebastián día 7: las películas. Los desechos, desamparados y marginados, que se queden aquí sin ensuciar demasiado.

Maldito Bob
Despierto a buena hora y me alegro. El primer susto me lo da mi compañero de litera inferior cuando veo una extraña mancha azul en su cara, único punto iluminado por el mortecino rayo de sol que ha conseguido atravesar el ambiente espeso en el que flotamos. Veo que su almohada blanca está también salpicada de azules y ni quiero pensar en la fiesta que estuvo anoche. Pitufos muy locos. En la ducha me quedo definitivamente sin champú así que robo un poco del que hay por aquí, espero que el guiri borracho surfero de turno sepa perdonarme.

Camino del primer pase, miro a la unión del agua salada con el agua dulce y tiemblo. El paisaje húmedo y rocoso me recuerda a Twin Peaks y me hace pensar si no encontraré a la chica de la discusión de ayer, envuelta en unos plásticos y sin su bolso negro. El maldito Bob ha vuelto a actuar, posiblemente mediante el fumador. Qué locura.

Planazo 1
Trato de centrarme en mis pases y en mi escritura lo máximo posible pero no puedo, divago. No me ayuda salir de una sesión en el Principal y volverme a topar con Pumares que, esta vez sí, está gritando que algo es una mierda. Intento enterar de a qué se refiere, si a la película que acabamos de ver, que ciertamente lo era, o a cualquier otro fragmento de la realidad que compartimos. Hay tantas cosas que podrían ser calificadas como mierda que las posibilidades son infinitas. Puede que esté hablando del WiFi del Kursaal, edificio donde tenemos que trabajar pero con peor conexión que la gratuita del McDonalds. Puede que se refiera a cuando se te queda una palomita en una muela que es muy molesto. O a pagar un pastón por entrar en Nochevieja en una discoteca que odias y a la que no vas gratis el resto del año. Ojalá supiese si hablaba de alguna de estas cosas.

El día avanza inclemente, imparable y algo insípido. Termina con buen regusto a sushi y me vuelvo contento porque soy muy facilón. De camino siempre paso por la discoteca People, genial nombre para un antro con esa pinta, el mejor después de la Pirámides y el Carpe Diem. En la puerta han puesto dos carteles promocionales de dos fiestas futuras para las que no voy a estar y me da mucha pena. Pintaza.

Planazo 2
Llego a mi destino y todo parece estar el calma. El fumador me recibe con un comoandamos y yo, chulesco, le respondo con un conlospies. En realidad no, me encantaría ser tan molón pero no me sale y le digo que muy bien y que gracias por ser tan atento. En mi habitación tengo una especie de espejismo y me asusto bastante por un momento. En la oscuridad distingo cuatro cuerpos para cuatro camas así que me vuelvo al baño a pensar mi estrategia. Tendré que decirle al fumador que ya es la segunda vez que alguien me roba la plaza, que ya está bien y que a quién tengo que reventar la cabeza. Me lo encuentro en mitad del pasillo y voy hacia él con decisión, al menos hasta que llego a su lado y agacho la mirada para pasar por un lado y entrar a mi cuarto, a ver si la cosa se ha arreglado sola.

Pues sí, milagro. Efectivamente he contado bien los cuerpos pero no he tenido en cuenta que de una cama sobresalen cuatro pies. La mía está libre y dispuesta para que me tumbe a aguantar una noche de amor del silencioso caballero que despertó con la cara azul. Tras tres noches monacales, resulta no ser tan silencioso. Ni siquiera me atrevo a sacar el portátil para escribir esto, no sea que les moleste, así que entierro la cabeza en la almohada y pienso por bluetooth con la esperanza de que esto se esté escribiendo. Buenas noches. El suelo tiembla. Tambores, tambores en lo profundo. No podemos salir. Una sombra se mueve en la oscuridad. No podemos salir. Ya viene...

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