Despierto a las siete y me desperezo. Miro el reloj y son
las ocho. ¿Qué ha pasado ese rato? No creo que mi cuerpo pueda estirarse durante
una hora exacta y luego seguir siendo un hobbit. En fin, corroboro que somos
cinco en cuatro camas y me preparo para el último día de pelis non-stop.
En mi agenda inicial, esa que hice hace una semana y que he
ido modificando hasta que no ha quedado piedra sobre piedra, veo que había
planeado siete películas. Me da la risa y tacho dos, sin compasión.
The player |
Despierto en la sala de redacción, alguien me pide el cable
de conexión a internet porque no soy fotógrafo y no estoy subiendo imágenes. Me
quedo sin internet y sin tarea porque lo único que tengo que hacer es escribir sobre
película y subirlas a internet mentalmente pero, por lo que sea, no me sale. Como con mi acreditación no puedo ir a la gala de clausura, pillo
un billete de tren para mañana por la tarde. Me doy cuenta de que
definitivamente va a ser mi última noche en el Atalaya/Olga/Olga’s Palace y
lloro. De alivio.
Ciudad de contrastes |
En mi habitación hay nuevos inquilinos pero por la hora y el
cansancio no investigo más. No roncan así que me vale. Me meto en la cama y
cuando voy a enchufar el móvil, sorpresa, mi nuevo vecino de arriba ha puesto a
cargar algo en mi enchufe. No es que sea mío porque a mi me de la gana, es que
prácticamente me da en la cara, algo que no molesta si es tu cargador pero, con
el de otro, sí.
Encolerizado y achispado por lo acontecido en el párrafo con
la foto imposible, empiezo a pegar puñetazos a las baldas de la cama de arriba como Uma
Thurman dentro del ataúd. Tras varios golpes certeros, la madera cede. Repito
el proceso otras tres veces hasta que mi compañero cae sobre mi, colchón incluido.
Nos enzarzamos en un combate a muerte en el que él me muerde la rodilla y yo
respondo con golpes de kárate sumamente complejos. Los de la litera de al lado
intentan separarnos pero, en el jaleo, reciben un par de golpes y se meten al
lío. Con el ruido viene medio albergue y todos quieren participar. Ahí están
todos, el fumador, la bielorrusa, el dúo infernal y hasta el bueno de Yisus,
repartiendo panes, peces y leches. La batalla llega a tal punto que la pared se derrumba y nos convertimos en un espectáculo para la ciudad. Somos una maraña de brazos y piernas que se odian. Una pelusa de carne imposible.
Ve hacia la luz |
Ir a San Sebastián 2014: el epílogo de lo otro
un plaser loko. no kreo k kieras benir bengas nestyiar, pero aki tespero.
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