Cuidado con lo de comedia |
La trama nos presenta al padre James, un tipo que encontró su vocación tras morir su esposa y que ha ido tirando desde entonces gracias a la sotana negra. Un día, confesando a uno de sus feligreses, recibe una extraña amenaza: va a ser asesinado en una semana por culpa de los pecados de la Iglesia. Desde ese momento intentará ponerse al día con su comunidad y descubrirá raíces podridas según profundice en cada problema.
Lo que construye aquí Brendan Gleeson es inconmensurable. Y es que no sólo interpreta un papel, si no que tanto el proyecto como el personaje fue creado por McDonagh durante el rodaje de El irlandés y desde el principio fue Gleeson el que se encargó de darle su propio perfil. Preocupado, severo e incólume, poco a poco se va resquebrajando hasta convertirse en el cura que lo da todo por los pecados ajenos.
Calor eclesiástico |
Me ha sorprendido cómo la trama engulle a la comedia desde el principio. Tiene sus momentos claro, incluso se permite hacer metareferencias a su condición de película estructurada, pero la acidez de la cinta debutante se trasforma en algo mucho más contundente con lo que eso conlleva, lo bueno y lo malo. Lo remarco porque se está señalando a esta cinta como referente del humor negro y algún despistado acudirá errado a echarse unas risas y no, no creo que suelte una carcajada precisamente.
Calvary es una producción que logra todo lo que se propone y que gracias a su director y protagonista, consigue lo que más se está echando en falta en la cartelera los últimos años, que la película se te quede dentro.
Todo es enorme |
No hay comentarios:
Publicar un comentario