Sería justo repasar las sesiones disfrutadas antes de la accidentada ceremonia de clausura. Como quiero ser honesto no hablaré de Terminus, el telefilm que nos clavaron en la sala 1 y que, esta vez sí, me obligó a dormir para intentar acortar el suplicio. En la proyección paralela corrieron una suerte similar con Monsters: Dark Continent, secuela de Monsters, ópera prima de Garteh Edwards donde ya demostraba que lo suyo era enseñar poco al monstruo. El caso es que la primera parte no estaba mal, no salían bichos pero las localizaciones y la realización daban el pego. Ahora el encargo ha caído en manos del principiante Tom Green y el resultado es catastrófico. Aquí SÓLO hay conflicto personal y es un CHURRO. La trama nos lleva a Oriente Medio donde militares americanos están bombardeando monstruos y, de paso, masacrando a la población. Toda la película consiste en planos de los protagonistas atormentados, pensado si lo que hacen está bien mientras suena música ambiental de biblioteca de sonidos. Lo más duro es que el trailer vende esto como un mata marcianos y os prometo que, esos dos minutos de imágenes, son los únicos que veréis en pantalla de acción alienígena. Una pena que aun nos quieran colar truños así como estudios fundamentales de la psicología del ser humano.
Para pasar el mal sabor de boca, la elección siguiente la hice con el corazón y aposté por el homenaje. Así asistí a la entrega del premio Maestro del Fantástico a Álex de la Iglesia y a la proyección de la redonda El día de la bestia. La película no es que esté envejeciendo bien, es que está ganando con los años. Más salvaje que nunca, el padre Berriatúa sigue luchando contra el diablo con la ayuda de el profesor Cavan y el satánico de Carabanchel. Una joya del cine de terror, potente, inteligente y divertida, llena de planos que son ya iconos culturales. El clip de homenaje a Álex Angulo que acompañó la cinta es otro de esos detalles que hace que nos quitemos el sombrero ante la organización de este festival, formada por verdaderos amantes de lo que nos están ofreciendo.
Esto hay que recordarlo cuando ocurren cosas como la que vienen a continuación. Y es que quedarte sin una peli es mala suerte, pero que ocurra con la de clausura es otra historia. Tras la rápida presentación de los premios, y que siga siendo así, comenzó Big Game, la cinta finlandesa del director de Rare Exports: Un Cuento Gamberro de Navidad elegida para cerrar esta semana de fantaterror. Todo parecía funcionar, la trama avanzaba mostrando una historieta curiosa, con un niño cazador y el presidente de los Estados Unidos en apuros y, casi a los cuarenta minutos, todo se para. Gritos en la sala, nadie en cabina. Encienden las luces y se ve movimiento en los pasillos. La gente aplaude contenta y las culpas recaen rápidamente en Cthulhu. Tras cinco minutos de tensión, vuelven las imágenes, pero de un momento de la trama más avanzado y, mientras muchos de los presentes se desgañitan chillando spoiler, alguien consigue quitar la película de nuevo. Más tensión, mas gritos, una señora me muerde la pierna. Bueno eso no pero imaginad qué risa. La sala estaba empezando a convertirse en la de Demons cuando la cinta vuelve a intentarlo pero, otra vez, con una secuencia que entendemos alejada a la que había empezado el problema. Las puertas del Palafox se abren y entran unos punkis que arrancan las butacas y construyen una barricada mientras cantan aquello de Do you hear the people sing, singing the song of angry men. Justo cuando están a punto de comerse el primer cadáver ante lo que suponen una supervivencia a la desesperada, Big Game vuelve a intentarlo y empieza un par de minutos antes de donde nos había dejado. Se masca la tragedia, el momento se acerca, el presidente Alan Moore, interpretado por Samuel L. Jackson, muerde una salchicha y, horror. El archivo está corrupto, la peli de clausura rota y un compungido Sergio Molina aparece para pedir disculpas, ofrecer reembolsos a los afectados y desalojar la sala.
Creíamos que una cagada similar sería recordada por siglos, que el término "hacer un Big Game" sería habitual entre los amantes del género pero, qué equivocados estábamos. Quedaba una sesión más, un pase old school para los más enfermos del lugar que haría que olvidásemos lo sucedido anteriormente, y así fue. Comenzó la freak Re-Animator, cinta donde Stuart Gordon juguetea con un relato de Lovecraft y un líquido verde. Desde que empezó ya hubo problemas con el formato, demasiado apaisado, convirtiendo a la oronda primera actriz que aparece en algo desproporcionado. También fue raro oír las voces en español, pero no era el momento de quejarse y el doblaje, hay que reconocerlo, es la risa. La mujer pide que los dos tipos que vienen en su ayuda se den prisa, llama a gritos al Dr. Gruber, Grubar en español, que parece no abrir su puerta. Los que venían corriendo derriban la puerta BOOOM, la proyección se va a la mierda. Segundo intento, deprisa, Dr. Gruber, protazo, vemos un poco más, llega la frase mítica de la reanimación y: a negro. Tercer intento, la gente empieza a corear el deprisa, el Dr. Gruber y las pocas frases de diálogo que nos estás dejando ver y nada, se vuelve a cortar. Un cuarto de hora después y con varios inicios desafortunados que convirtieron al Dr. Gruber en el héroe que todos necesitamos, apareció Luis Rosales, micrófono en ristre, para contarnos una vieja maldición que se extendía sobre los Palafox y que impedía que ese día funcionase nada. Fue decir eso y la peli arrancó, la gente llamó al Dr. Gruber una vez más y disfrutamos de esa locura de historia en la que las cabezas hacen cosas malas.
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