Ojalá se titulase "El perrete" |
La trama nos presenta a Tomás y Julián, amigos íntimos que se reúnen tras años sin verse. El motivo es duro, tras años de lucha, el cáncer contra el que lucha Julián parece haberse extendido y este prefiere abandonar el ataque, disfrutando fuera de un hospital el tiempo que le quede. Tomás quiere convencerle de lo contrario claro, pero ambos tienen mucho en qué pensar, como qué hacer con Truman, el perro que no merece quedarse sin dueño.
Lo de Ricardo Darín es de otro planeta. Para empezar, porque hace que la naturalidad y el talento de Javier Cámara, que está tan brillante como siempre, quede en segundo lugar. Comparten plano en casi la totalidad del metraje y es imposible no quedarse con Darín, haga lo que haga. Su capacidad para atraer la atención y complacer al espectador, tanto en las escenas más duras como en las descargas de humor, es algo casi chamánico.
El resto de apartados funcionan al apoyarse en estos dos pilares que hacen imposible que nada salga mal. El guión de Tomás Aragay y el mismo Cesc Gay, funciona y sabe aguantar el mismo tono claro y ligero desde el principio.
No hace falta más |
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