Roland Emmerich, el alemán más norteamericano de la historia, ya no sabe qué hacer para matarnos. Peligrosos proyectos militares, mundos paralelos, monstruos descomunales, calentamiento global, paranoias de calendario, terrorismo localizado y, claro, alienígenas terriblemente cabreados.
Estos últimos han vuelto para hacer que la bobada original parezca un guión firme y sesudo, con personajes complejos y cierta lógica argumental. Pero si 'Independence Day: Contraataque' triunfa en algo, es en prometer una nueva secuela que enmendará la plana a esta misma, escalando un nuevo peldaño hacia la locura audiovisual. Emmerich en una orgía muy dura con Uwe Boll y Alex Proyas, todo pagado por Michael Bay, eso es lo que espero de 'Independence Day: América conquista el espacio' (título sugerido por un servidor).
Aun así, casi merece la pena por ver a Jeff Goldblum pasando el rato, la relación casi culminada de los científicos maduritos y a Bill Pullman en pantalla grande, que siempre es un detalle.
Sobre los bichos, sus naves y los efectos especiales, es como si no existiesen. Es todo tan grande, peligroso y amenazante, que lo que llama la atención es la falta de interés que generan en el espectador medio durante las largas dos horas de metraje.
A ver si es verdad que en la siguiente se suelta la melena de una vez y el título es tan infecto que nos gusta a todos.
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