Cuidado con la carrera de Lenny Abrahamson. Muchos conocimos al irlandés con su título anterior, la curiosa e imposible 'Frank', y ahora consigue este extraño cuento de secuestro donde lame las heridas hasta difuminarlas.
La idea de descubrir el relato desde el punto de vista de un niño de siete años no es nuevo, pero cuando se usa bien es una maravilla y aquí, además, tiene todas las excusas necesarias para que así sea.
El cuidado con el que entramos en la habitación, o 'cuarto', que es cómo se tenía que haber llamado la película en España, consigue que vivamos su pequeña inmensidad como sus protagonistas, entregados al relato como pocos.
El trabajo de Brie Larson y el pequeño Jacob Tremblay le hace la vida fácil a Abrahamson, que sólo tiene que preocuparse por no perder la mágica pátina que envuelve todo para que este insoportable veneno entre como un delicado dulce.
Una maravilla que se te clava dentro poco a poco, haciendo daño sólo al final, cuando todo ha terminado y tu ya estás en casa, sorprendido ante la profundidad de las heridas.
Relato dulce, bien plantado y algo insípido que no termino de entender cómo ha conseguido su hueco en los Oscar con tres nominaciones, especialmente las de mejor película y guión adaptado.
No es de las que ofende, John Crowley sabe dotar a todo de cierto aire encantador y el trabajo de Saoirse Ronan y compañía hace que los minutos pasen sin más, pero me temo que hasta ahí puedo adular.
Tras el bonito decorado, hay una historia de telefim no demasiado interesante por inocuo, donde una irlandesa hace lo que puede por sobrevivir como inmigrante en el Brooklyn de los 50. Se enamora, vuelve a casa y descubre aquello por lo que Tolkien escribió 'El Señor de los Anillos': no hay nada como el hogar, hasta que estás en él.
Una bonita pintura color pastel que no va a significar más en mi vida, dudo que en la de cualquiera, y que será olvidada en semanas, si no días.
Dice Ryan Reynolds que lleva once años intentando sacar adelante este proyecto como merecía. No sé si exagera, lo que es seguro es que lleva siete pidiendo perdón por lo que le hizo al personaje en 'X-Men orígenes: Lobezno' y cinco intentando que olvidemos 'Green Lantern (Linterna verde)'.
Aunque siempre hubo algo de esperanza, necesitábamos un blockbuster que añadir a los que intentábamos defenderlo por 'Buried (Enterrado)' y 'The Voices'. Pues bien, el cabrón se lo ha ganado.
No sólo por la encarnación perfecta que consigue con el personaje en 'Deadpool', si no por su dedicación PLENA en una de las mejores campañas de promoción que recuerdo.
Para los que aun o hayan sucumbido a sus encantos, Masacre, nombre del mercenario bocazas en los cómics españoles, es posiblemente el antihéroe de Marvel más complicado de adaptar, al menos en los tiempos que corren. De los lápices de Rob Liefeld y Fabian Nicieza, nació este mutante a la fuerza tan sanguinario y alocado como Punisher puesto de speed.
Su sobrexplotación en las viñetas suele terminar cansando, pero con la llegada de los memes y las tonterías supinas en Internet, se abrió un nuevo mercado. Con un videojuego por allí y mucha gusa por allá, Deadpool cogió algo de impulso mediático. Lo justo para que Fox, desesperada por no saber cuando tiene un buen producto de mutantes entre manos y cuando un cagarro, decidiese arriesgar cuatro duros por esta locura.
Estamos en 2016, no se invierte dinero en una película de tipos con poderes para luego poner una R en su calificación y que los niños no puedan ir y comprar disfraces pero, de algún modo, consiguieron convencer a los responsables de soltar algo de lana. Dos semanas después del estreno, tras confirmar una clarísima secuela, proyectos como el remake de 'It', la adaptación americana de 'Death Note' y la obligada tercera entrega de Lobezno, han confirmado que la R mayúscula acompañará orgullosa al cartel. Convertir la pega en virtud, esa ha sido la clave de la película, y de qué manera.
Rápida, violenta, sexy, bestia, excesiva, pasada de rosca y absolutamente autoconsciente, 'Deadpool' es un delicioso plato de comida rápida. Envejecerá peor que el resto, al menos para los que la descubran tarde, pero las carcajadas en la sala ya no nos las quita nadie. Que vengan secuelas, las que hagan falta, es la mejor fórmula para que los chistes sigan al día.
Eso sí, que se acuerden de los que han logrado esto, de Rhett Reese y Paul Wernick, autores de un guión que ganaba en chistes según arrancaban las hojas que no se podían pagar, de Tim Miller, que ha logrado que comparemos un proyecto de 58 millones con los de 150/200 sin plantearnos siquiera la diferencia, y de Reynolds y su incansable lucha por, ahora sí, petarlo como es debido.
Dejo para el recuerdo algunas de las entradas que he tenido el placer de escribir mientras esperábamos que el milagro se hiciese realidad, una especie de recordatorio de lo que podría haber sido el reclamo final: entra por el trabajo de los chicos de marketing, quédate por el de todos los demás.
Marvel/Disney, lo siento mucho, Fox acaba de conseguir lo que necesitaba para no devolver lo alquilado, supongo que seguiréis sin mutantes una temporada.
De momento la cosa parece apuntar a lo que muchos vaticinamos comparando los últimos trailers: el año en el que coinciden tres megatones comiqueros como 'Batman v Superman: El amanecer de la Justicia', 'Capitán América: Civil War' y 'X-Men: Apocalipsis', las buenas van a ser las dos hermanas menores, 'Deadpool' y 'Escuadrón suicida'.
En serio, el chiste de Liam Neeson, me muero. #Chickchicka
'Anomalisa', buscando el desorden desesperadamente.
Un día más, un día menos
Nuevo trabajo Charlie Kaufman, uno de esos creadores que sale del papel y consigue llegar a rincones que cambian al espectador.
En su segundo largometraje como director, ayudado por el experto en stop motionDuke Johnson, Kaufman, nos presenta a un tipo apocado que trabaja como motivador profesional y conferenciante vendemotos. Tras ayudar a miles de personas con su libro sobre el trato con el cliente, y ganar él otros tantos, es incapaz de encontrar a nadie que se salga de la media. Todos los seres humanos con los que se topa, de cualquier edad y sexo, tienen la misma cara y voz. Al escuchar de refilón un timbre diferente, intentará desesperadamente que la cosa funcione.
La mezcla de este libreto juguetón, que basa en una metáfora física todo su mensaje, con las texturas y movimientos de una combinación técnica y artística exquisita, hacen del guión algo aun más mágico.
Reconozco que la trama podría ser un poco más llamativa, un nudo final más poderoso haría de 'Anomalisa' un título más redondo pero claro, seguramente todo esto a Kaufman le resbala bastante porque lo que quería contar era esto y no otra cosa. Un placer.
Película brasileña de 2013 que, por aquello de los estrenos en diferido, ha entrado este año en las votaciones del los Oscar, consiguiendo su nominación en la categoría de animación, además de su estreno en paises tan remotos como el nuestro.
Dirigida por Alê Abreu, 'El niño y el mundo' es el colorido viaje de un niño en busca de su padre por un paraje de terribles contrastes. Durante ochenta minutos, iremos viendo cómo evoluciona la animación conforme lo pida el entorno, persiguiendo siempre una melodía que el protagonista asocia con lo mejor de sí mismo.
Una cinta bonita, con mensaje duro nada camuflado y que a muchos ha calado hasta el fondo. Me temo que yo no tuve tanta suerte, pero la recomendación es clara.
Parte de mi desgracia se debe a que, pese a que disfruté con lo que me ofrecía, no pude dejar de pensar en 'Psiconautas, los niños olvidados', una maravilla de la animación que creo superior y que me temo nunca será adulada como esta por tres razones: sus diálogos hacen que parezca mucho menos profunda, su método de animación complica la defensa para los que necesitan una excusa para ver dibujos y, el más grave de todos, es española. Así que ahí está, sin estrenar.
Costó varios años pero, tras superar la criba de "comedia tonta", 'Zoolander (Un descerebrado de moda)' se convirtió en un título casi de culto, una ácida sátira sobre el mundo de la moda y el culto a la imagen.
La secuela fue tomando forma según iban asomando los fans de la original, empujados por aquellas declaraciones de Terrence Malick en las que confesaba que era su película favorita.
Quince años después aquí estamos, comentando un título que repite el mismo escenario pero cambia las reglas, torciendo hacia la comedia de gags encadenados y sobrecargando cada plano de cameos que, ahora sí, puede permitirse Ben Stiller sin pestañear.
Lo que hemos perdido de originalidad en su base y trama, que aquí es aun más una excusa, lo hemos ganado en risas. Más vacías pero más continuas, algo que a muchos les parecerá horripilante pero que, al menos a mí, me sigue valiendo.
Stiller se ha marcado un Segura y, como en 'Torrente 4: Lethal Crisis', lo juega todo a los amiguetes y a la carcajada alta y rápida. El absurdo se convierte en un todo, algo que hace que, curiosamente, pierda fuerza.
Pero da igual las vueltas que de al asunto, 'Zoolander No. 2' no creo que sea recordada como 'Zoolander (Un descerebrado de moda)', pero te ríes más y sigue saliendo Will Ferrell, para mí eso es un empate en toda regla.
'La verdad duele', lo que no le hacía falta a los "basado en hechos reales".
Esta película de Peter Landesman es el opuesto de 'Spotlight', forzando el dramatismo hasta el extremo de hacer que los héroes caigan tan mal como los villanos.
Para contarnos que la NFL es una asociación tan repugnante como la FIFA, utiliza recursos de telefilm edulcorados, manidos y como poco efectivos.
Will Smith basa toda su interpretación en forzar el acento, y ya está, nada más. Por este trabajo es por el que su mujer entró en cólera y empezó aquello del boicot a los Oscar por no incluir a ningún intérprete de color. Estoy por empezar uno contra los Globos de Oro por haber nominado a Smith.
Lo cierto es que sí hay dos bajas importantes en los premios de la Academia, pero Samuel L. Jackson no está porque Tarantino sigue cayendo regular, y contra Idris Elba estaba el hecho del miedo a dar importancia a una película estrenada directamente en un canal online. No creo que el color de piel haya influido demasiado a la hora de arrebatar la nominación a dos de las actuaciones más poderosas del año.
Y si me entretengo con esto es porque ni me apetece hablar de 'La verdad duele' ni tengo mucho más que decir. Uno de los poco casos donde se merece el horripilante título español que le ha tocado, digno de la cinta siestera que en realidad es.
Frío, sangre y agotamiento. Muchos espectadores salen extasiados ante la unión de esos tres elementos mientras que otros, humanos todos, sufren como propia la experiencia y desean volver al coche y olvidar el mal trago.
Esto es gracias a la cabezonería de Alejandro González Iñárritu, empeñado en rodar bien para seguir siendo un autor pese a las ventajas y atajos que la fama y los premios traen bajo el brazo. También insiste en dotar de una pátina espiritual al conjunto, no logrando si no las mofas de sus haters, que supongo son incapaces de pasar estos vacíos por alto. Que no es Tarkovsky lo sabemos todos, pero tampoco pierde tanto el tiempo con el asunto como para que sólo critiquemos eso.
Además, el verdadero genio en 'El renacido' hace que todo pase con gusto, incluso los momentos más pretenciosos. Me refiero a Emmanuel Lubezki, un genio que se ha ganado a pulso su puesto en el podio de los mejores directores de fotografía del momento. Ocho nominaciones al Oscar en veinte años, dos y medio con galardón (el medio es por el previsible resultado de este año), y ninguno discutido por nadie. Sus planos secuencia, tanto los alargados con truco como los más reales, han dejado de ser una bravuconada para convertirse en una firma de gusto infinito. Incluso los que no vienen a cuento, porque los usa hasta cuando no hace falta, suponen un placer para el ojo entrenado.
La utilización de luz natural, además de haber propiciado un trabajo de postproducción que no deseo a nadie, logra que la fotografía de Lubezki sea, si cabe, más mágica. Consigue durante sus dos horas y media aquello que se podía intuir en 'El nuevo mundo' y que en algunos momentos tenía 'Hijos de los hombres', un halo mágico formado por la naturaleza más pura y el ambiente del planeta en sí mismo.
Para conducir todo esto, un Leonardo DiCaprio hambriento de premios se deja la piel, casi literalmente. Valoro su esfuerzo y entrega, congelándose realmente en el agua, metiéndose desnudo en un caballo muerto y pegándole un bocado a un pez, demuestra que su dedicación es tan ciega como su incapacidad de bajar el tono de vez en cuando. Lo único malo es que, pese al esfuerzo, no puedo evitar compararlo consigo mismo, perdiendo aquí con cinco minutos sueltos, los que usted quiera, de 'El lobo de Wall Street', su verdadera mejor interpretación hasta el momento.
A todo esto hay que sumarle lo de Tom Hardy, al mismo nivel que el protagonista y con un papel roba-planos que termina convirtiéndose en el cuarto pilar de todo lo bueno de 'El renacido'.
Una eficiente y minimalista banda sonora, unos efectos especiales que han logrado maravillas con la escena del oso y un reparto de secundarios que funcionan como un reloj, terminan de completar los engranajes de una película grande visualmente, que no es poco.
El problema ahora es, ¿me ha calado como cualquiera de los títulos comentados? ¿Seguirá en mi mente como ocurrió con 'Birdman' cuando salí del cine? ¿Es algo más a parte de la joya de la corona de Lubezki? La respuesta es corta.
Si te ocurre eso, si sabes que está puesto ahí sólo par que te guste, que la celebración en sí no está mal pero que lo que realmente te atrae es la decoración y lo que pretende significar. Si eres tú el que termina imaginando la chimenea, el sillón, el té con pastas y el árbol cerca de la ventana donde se ve nevar. Si te da igual estar en la calle mirando a través de un cristal que te separa de aquello que te ha llevado a esa imagen, aunque no se parezca en absoluto, puede que disfrutes con lo que ha preparado Todd Haynes.
Elegante, cálido e irresistiblemente limpio, por mucho que pretenda remangarse en un par de ocasiones y elevar el conflicto hasta el borde del precipicio, esto es una idealización de la película en sí misma.
'Carol' es Cate Blanchett, es más, es nuestra idea de Cate Blanchett. Junto a Rooney Mara, hacen la pareja que nos gustaría que fuesen, complementándose en sus opuestos sin fisuras, llegando al imprescindible drama sólo por culpa de terceros.
Mecidos por Carter Burwell, la trama nos presenta el escaparate, nos sitúa en su condición de imagen perfecta e intenta llevarnos a otros rincones de la tienda. Es el espectador el que tiene que decidir si juega a creer que esas otras esquinas son los lugares que plantea, o un simple intento de un encargado con demasiado tiempo libre.
Yo entré, me dejé llevar y compré el tren eléctrico.
Esta no es la película de los curas pederastas, esta es la historia de los héroes de un periódico. Esto es cine, el medio perfecto para la ficción, y los buenos siempre serán los protagonistas aunque necesitemos que en la realidad lo sean otros.
El problema empieza ahí, cuando sales de la sala por esas puertas que te escupen a un rincón extraño del edificio en el que estás, obligándote a agarrarte al mundo que te rodea, olvidando por un momento lo que has visto.
Cuando recapacitas y echas la vista atrás, descubres lo tremendamente triste que es el equilibrio entre lo cierto y lo inventado en 'Spotlight'. Mi mesurada cautela, o activo pesimismo, me obliga a pensar que lo que desearía que fuese más adornado es justo lo más cierto, y viceversa.
Ojalá los horripilantes casos de abusos fuesen una exageración en pos de la calidad de la cinta. Me encantaría pensar que la mafia de las altas instituciones que preside la Iglesia, último motivo por el que toda esta trama de secretos imposibles se ha mantenido tanto tiempo, forma parte de la inquina de un guionista descreído.
Por otra parte, me cuesta pensar en periodistas que actúan como los aquí representados. Vivo en un país donde los diarios escritos se han vendido de tal manera al tipo que los maneja, que resulta complicado no avergonzarse de las portadas al pasar frente a un quiosco. Desconozco la situación fuera de España, pero la hipocresía y la falta de ética está tan instaurada en la prensa en papel, televisiva o radiofónica, que sólo nos queda el refugio de Internet, donde nos venden la actualidad a golpe de "No te imaginas lo que pasó a continuación".
Si pierdo tiempo y espacio con todo esto, es precisamente porque 'Spotlight' funciona a muchos niveles. Esperaba que agitase la polémica sobre su tema central, uno de los charcos más complejos donde meter un palo y agitar el barro, pero lo que me llevé en la mochila fue mucho más.
La dirección de Tom McCarthy es sobria, ágil y sincera. Ataca a la yugular, sin perder tiempo enfatizando demasiado con la cuidada banda sonora de Howard Shore.
Los protagonistas se entregan a la causa, especialmente Mark Ruffalo que forma parte de la película como ningún otro.
El resultado final es una historia de héroes conta villanos que funciona como un reloj, un relato tan duro en su interior como atractivo en su envoltorio. Una triquiñuela donde parece sencillo el complejo trabajo de contar algo tan atroz. Ojalá no existiesen esos villanos, ojalá fuese verdad lo de sus héroes.
El Semental italiano ha vuelto, más o menos. Esta nueva propuesta de Ryan Coogler es la séptima entrega de la franquicia, pero la primera con Sylvester Stallone fuera de los mandos y con el personaje estrella como claro secundario.
En sus frases no se nota la ausencia de Sly en el guión, Rocky sigue siendo el mismo, más viejo y cansado, pero el mismo simplón encantador de siempre. El actor borda el papel al que le debe gran parte de lo que ha conseguido, logrando que la cinta funcione en cada plano en el que apacere.
Otra cosa es que la historia de el hijo de Apollo interese demasiado. Aunque Michael B. Jordan se esfuerza, no deja de ser un tipo malhumorado durante las larguísimas dos horas de metraje, y nada más. La trama romántica se hace cuesta arriba hasta el punto de olvidar qué narices estaba viendo. Larga, insulsa e innecesaria, lo siento por Tessa Thompson pero sin su media hora todo sería mejor.
No creo que Coogler haya conseguido dotar de la épica de ninguna de las anteriores películas a este nuevo capítulo, diseñado desde el principio como una bifurcación moderna por la que olvidar el viejo camino, dando este primer y último vistazo a lo recorrido.
En cuanto a la fotografía de los combates, hemos ganado en realismo lo mismo que hemos perdido en emoción y cinefilia. No me creo el plano secuencia en el ring, por mucho que Maryse Alberti defienda su falta de trucaje en diferentes entrevistas. Puede que sí sean ciertos y, como suele ocurrir en el séptimo arte, la realidad fingida suele parecer más cierta que la filmada. Seas como sea, cada vez que la cámara pasa entre la espalda de un boxeador y las cuerdas, mi mente pensaba más en el cambiazo digital que en la pelea en sí. Puede que por fin haya ocurrido, ya soy un idiota.
Alargada y sin gancho, no pude disfrutar de 'Creed: La leyenda de Rocky' como parece que los fans de la saga sí están haciendo. Me da rabia porque yo me creía entre ellos, adoro cinco de las siete películas existentes, pero supongo que no debo llegar al nivel de fanatismo con el que olvidar algún que otro defecto y disfrutar sin complejos de esta nueva entrega.
Así ordeno yo la saga, qué queréis que os diga. Como supongo que la siguiente será más 'Creed 2' que 'Rocky VIII', el asunto se me irá complicando.
'Pesadillas', monstruos de cuento, aventuras de cole.
En los 90, en España, llegó a los colegios una moda rara: leer. Duró un par de años, pero la fiebre con los libros de 'Pesadillas' causó estragos. Yo estaba en 4º de primaria y fui de los que disfrutó el invento.
El truco de R. L. Stine era hacer muchos libros, hay más de cien títulos, de buen tamaño y amplia letra para que las aventuras durasen lo justo. Protagonizados por chavales, con giros argumentales sorpresa y con el terror como escenario común, era imposible resistirse.
En mi clase, cada uno teníamos una decena de libros propios pero nos habíamos leído el doble porque, ahí viene el truco escolar, lo que molaba era pasárselos unos a otros. Hubo una serie de televisión a la que tienen más cariño los que vinieron cinco años por detrás y un álbum de cromos, uno de los regalos que más lo petaron en mi Comunión.
Ahora han pasado casi veinte años, las series y películas para televisión americanas que se hicieron después, nunca llegaron aquí. El recuerdo de las aventuras de Stine es una agradable sensación siempre que miro a la estantería y veo ordenados los libros de colores llamativos, justo al lado de los de 'Manolito Gafotas'.
Y todo esto lo digo porque 'Pesadillas', la película que dirige ahora Rob Letterman con Jack Black como maestro de ceremonias, me hubiese fascinado en ese momento. De tener ahora mismo 9 años y disfrutar este título, estaría ansioso por descubrir los libros de los que salen las criaturas de CGI a las que Black y sus compinches adolescentes tienen que hacer frente.
Vista hoy, no puedo evitar pensar que es algo así como una 'Jumanji' un poco descafeinada pero, ¿cómo vería yo 'Jumanji' si se estrenase hoy?
Si tenéis una excusa de 6 a 12 años a vuestro lado, no lo dudéis, vosotros tampoco pasaréis un mal rato.
Y ahora sí, imposible evitarlo, mi colaboración en Fotogramas me permitió hablar con el holograma de Jack Black durante unos minutos. Además de sacarle un concierto de Tenacious D en mi casa, me llevé este vídeo de recuerdo. La noticia completa la tenéis en: Jack Black aparece en forma de holograma y nos habla de 'Pesadillas'.
'La gran apuesta', cuando a Herradura Azul deja de importarle Aceros Anacott.
Esta película es una sorpresa detrás de otra. La primera es el director, el bueno de Adam McKay, la mano derecha de Will Ferrell. Que este ex guionista de SNL, al que idolatro por 'El reportero: La leyenda de Ron Burgundy', 'Pasado de vueltas' o 'Hermanos por pelotas', haya firmado esta exigente cinta sobre el desplome de la economía mundial es, cuanto menos, llamativo.
Lo cierto es que, una vez estás en la butaca, descubres cómo McKay no puede evitar barnizar todo con comedia, generalmente absurda y miserable, logrando que este título no sea como ningún otro. Esa mezcla entre veracidad y tontuna es otro punto a favor.
El uso de sus intérpretes es su siguiente baza. Digamos que no todos los días ves una película con Ryan Gosling, Christian Bale y Brad Pitt, donde el que de verdad merece toda la gloria es Steve Carell. Y es que el cómico vuelve a descubrirse como un actor de altura indiscutible, derribando toda barrera entre géneros y mezclando lo mejor de cada uno en un personaje hilarante y tremendamente emotivo.
Esta mezcla de temas reales y complejos tratados con rigor, y entretenimiento puro con gags que incluyen una ruptura continúa de la cuarta pared, hacen de 'La gran apuesta' un título que va más allá de lo que presenta su fondo: un nuevo resumen de lo que ocurrió cuando todo se fue a la mierda.
Tratando el asunto de maneras completamente diferentes pero, siempre a mi juicio, igual de válidas, tenemos ya una especie de trilogía ideal para todo aquel que quiera saber qué demonios ocurrió con nuestra economía: 'Inside Job', 'Margin Call' y 'La gran apuesta'.
Aunque no termino de caer en la magia que para muchos envuelve a Eddie Redmayne, la presencia de Tom Hooper tras las cámaras, y de Alicia Vikander ante ellas, me hubiese obligado a ver esta película antes incluso de sus nominaciones. Sin embargo, el hecho de que opte a premios sí ha podido influir en la desgana con la que he conseguido llegar hasta el final de esta trama insulsa.
Desde que descubrí a Hooper con 'The Damned United', sólo me ha dado alegrías con películas que, de entrada, no me apetecían. Lo que se dejaba adivinar en el trailer de este título es, me temo, todo lo que hay, y nada más. Las dudas de un hombre que descubre que se siente mujer, el choque inicial de su pareja pero su reconversión en abnegada comprensión y la lucha, a ratos algo egoísta, de quien está recibiendo toda la ayuda de quien tiene a su lado pero que no parece percatarse de la imagen al completo.
No me apetecía ver esto si era así, y lo ha sido. Ni el director ni la actriz han logrado el milagro, aunque desde luego sí han edulcorado el trago.
Sigo sin ver la grandeza de Redmayne, que realiza una interpretación que a ratos recuerda a la de 'La teoría del todo', puede que más por cómo se ha vendido, pero que no ayuda a que comprenda por qué merece volver a estar en todas las apuestas del año.
Vikander está maravillosa. Cuando dirige la película, como Felicity Jones en la del astrofísico, todo gana y, a ratos, incluso mi atención vuelve a estar plenamente atento a lo que Hooper intenta contarme a trompicones.
Sin ser insoportable, no es una gran película. Supongo que será rápidamente olvidada, no sólo por mí, si no por el imaginario colectivo.
'Mia madre', el hueco entre el recuerdo y el camino por el que seguir.
¡Corten!
Una película correcta y previsible, que no es algo tan malo bien mirado. Lo digo porque todo en este título es absolutamente Nanni Moretti. Todas las marcas del director están presentes y, si quedan huecos, se rellenan con otras manías del cine italiano.
Insisto en que no es una crítica negativa, se sigue disfrutando del cine dentro del cine, los detalles autobiográficos y los pasajes de ensoñaciones diurnas.
La trama nos presenta a una realizadora que debe compaginar un duro rodaje, estrella norteamericana incluida, con la inminente muerte de su madre. Margherita Buy hace un trabajo exquisito que gana enteros cuando comparte plano con un desatado John Turturro, acicate del argumento y estímulo para los que prefieran algo más de comedia que de drama.
Moretti mide correctamente los niveles y, aunque acierta más en lo ligero que en lo sentimental, podrás salir satisfecho ya quieras profundidad o entretenimiento.
'La juventud', retiro placentero, obligado y necesario.
O lo que queda de ella
Fue una de esas películas que cabrea encontrarse en un Festival como Sitges. Por un lado, porque desvirtúa la idea de certamen de género con el que vamos muchos, es el típico título con el que se busca reconocimiento por parte de la prensa no especializada como Festival Clase A, ninguneando como siempre todo lo que se presenta aquí.
Por otro, porque hay que rendirse a la evidencia y romper la pureza de los tops de la edición correspondiente porque, sin lugar a dudas, La juventud es una maravilla.
Todas las críticas negativas que obtuvo en Cannes pasaban por el mismo bache; comparar este trabajo con La gran belleza. Lo cierto es que Paolo Sorrentino puede que no haya logrado otra obra del mismo poso espiritual, pero contiene aciertos tan rotundos como aquella.
Hacía mucho que Michael Caine y Harvey Keitel no llegaban a ese nivel de actuación, ese punto en el que parece que conoces a los personajes y no te importaría acompañarlos para siempre. Todos los secundarios están a la altura, la música vuelve a funcionar y la fotografía del pintoresco hotel de los Alpes es tan pura como enigmática, justo lo que pide un escenario así.
Un título por el que dejarse envolver, con un clímax final con el que es imposible no sentirse conmovido. Que sí, que no llega a lo de la ascensión de escaleras de la Santa, pero dejad de perseguir a Sorrentino por sus logros, ahora que está en la cima le ha vuelto a salir bien y eso, como se cuenta aquí, es complicado.
De todas las epopeyas pop, veloces, explosivas y recargadas ideadas por Quentin Tarantino, esta cinta conversacional de escenario y medio, es la que más baches ha encontrado por el camino. No sé para él, a mí me ha merecido la pena.
Algo tendrá su máquina de escribir, por no conceder al hombre toda la gloria, que logra absorber al espectador durante casi tres horas de metraje, al menos a los entregados a su gracia. La dinamita no explota hasta pasadas las dos horas, pero poco importa, las letras amarillas ya me tenían ganado.
¿Puedo estar inventando este placer? ¿Será que no soy objetivo con el cineasta? Efectivamente, no lo soy, ni falta que hace. Mi subjetividad me permite disfrutar de esta película de la manera en la que fue creada, para que los que respiran cine puedan tomar una bocanada cada vez que este señor estrena.
Todo lo que han dicho que forma parte de la película, está ahí. De 'Diez negritos' a 'La diligencia', pasando por 'La cosa' y, por supuesto, 'El gran silencio'. Es 'Reservoir Dogs' en el oeste, pero también es la demostración de la mejora de su fórmula, del collage más puro y estilístico, de lo novedoso que sigue siendo uno de los géneros más quemados del cine.
Cine del oeste, del americano esta vez pero sazonado con la grandilocuencia y las pausas italianas cuando hay hueco. Con una fotografía de Robert Richardson que empieza con un plano donde explica que todo lo que vamos a ver, se debe a un mezcla de trabajo, talento, conocimiento y buen gusto. Da igual que quieran juguetear con extraños enfoques dobles o con la percepción del personaje en el que se convierte el espectador, todo sucede por una razón: que el estilo y la narración bailen.
En esa primera secuencia hay más mensajes, como el de Tarantino advirtiendo que la cinta es suya, que es uno de sus propios personajes y que una de sus peculiaridades es ser el engreído que se dio cuenta de que podía serlo. Pero también nos habla Ennio Morricone, que nunca vio la película pero tenía ideas que podrían interesar al americano. Con ese leitmotiv inicial, avisa a todo el mundo, Academia incluida, que aun tiene temas que pueden descolocar los tops de sus aficionados. Y es que esa inicial "L'Ultima Diligenza di Red Rock" es tan inmensa como la propia carrera del compositor. Unidos los tres, Tarantino, Richardson y Morricone, consiguen que los primeros minutos de 'Los odiosos ocho' sean, otra vez, una de las aperturas más maravillosas de su carrera y de, bueno, ya sabéis.
Tras la travesía de la diligencia, donde se cuentan largas historias sin remontar a flashbacks, porque el director ha decidido que este es un western adulto y sin adornos, se llega al escenario donde transcurrirá el resto de la película, incluido el corte antes de la conclusión. Todo está ideado para que sepas por dónde pululan los personajes, siempre con al menos tres en escena gracias a los anchísimos 70mm.
De los presentes, todos los que pululan por la mercería de Minnie, hay cuatro interpretaciones que destacan por encima de los demás. Samuel L. Jackson, el verdadero protagonista de la coral trama, disfruta con el regalo del cineasta hasta lograr la que posiblemente sea su más completa interpretación hasta la fecha. Kurt Russell es un gusto de principio a fin, desde sus movimientos al acento, pasando por el bigote-barba, todo funciona a la hora de acaparar atención siempre que aparezca en cualquier lugar del plano. Jennifer Jason Leigh es la chispa, el fuego que necesitaba el guión para demostrar que aquí todos son tan odiosos como el título propone, por mucho que se esfuercen en disimularlo con una educación impostada e ineficaz.
El último en ser destacado es Walton Goggins, el desconocido, un tipo que ya ha trabajado con Tarantino en un papel menor y que se prodiga más por televisión. Sus días como secundario podrían acabar si alguien hiciese caso a lo que ha conseguido aquí, pero no sé hasta qué punto eso ha servido antes.
La única pega que veo en el reparto es la versión inglesa que Tim Roth hace de Christoph Waltz, algo que se vuelve insoportable en la versión en castellano por la elección del mismo actor de doblaje.
Por lo demás, estamos ante una magnífica película del oeste, ideada por y para un público muy específico: su creador. Si por el camino gusta a más gente, él encantado, pero puede que estemos ante su proyecto más maduro, serio y personal hasta la fecha, algo que suena a tópico pero que, hablando de este tipo, es más complicado de lo que parece. A fuego lento, pero a rebosar.
Colocar esta joya dentro de su filmografía no es fácil, pero yo no soy un cobarde así que aquí está. Este es mi nuevo orden de Quentin Tarantino, ocho películas con un ocho como nota más baja. Dice que sólo hará dos más, espero que, como en muchos otros temas, vaya de farol.
'En el sótano', komm mit mir, komm auf mein Schloss.
Willkommen in der Dunkelheit
Imagina que es tarde, no tienes nada que hacer y te cruzas con un antiguo cine. Oscuro, tenebroso, con pinta de haber pasado ya por su mejor momento y haberlo olvidado. En la parte de abajo no hay más de tres clientes, uno tose, y subes a sentarte en el palco. Enciendes un cigarro, porque se puede fumar, y sacas la petaca porque, total. Si llegas a esa situación, si todo esto ocurre, 'En el sótano' es la película que verías.
Documental austriaco firmado por Ulrich Seidl que muestra varios sótanos de vecinos del país. Parece que allí es algo importante tener un sótano y seguro que muchos le dan un uso más normal, pero lo que hace Seidl es buscar a los más locos y freaks del lugar para mostrar lo que hacen bajo tierra.
Una galería de tiro, muñecas hiperrealistas, maquinaria sadomasoquista y parafernalia nazi, así son algunos de los cuartos en los que entramos y los dueños que abren sus puertas. Lugares con los que el público se sorprende, intriga, pasa miedo y, sobre todo, ríe.
Hay momentos sacados de realities de madrugada muy podridos y otros de películas enfermas de Serie B. No sé hasta qué punto es todo un documental y no se ha preparado nada, pero casi preferiría que no fuese verdad. Al final resulta que el monstruo de Amstetten no era tan excepcional como pensábamos.
Sea como fuere, su pase en San Sebastián resultó todo un éxito. Las risas en la sala se hicieron contagiosas y todos entramos en el juego de lo esperpéntico que se nos presentó. Muy fan del chiste del autobús que cuenta el borracho nazi de la tuba. Y así todo.
Era uno de los títulos potentes en San Sebastián, aunque sólo sea por los galardones que obtuvo en Cannes, Gran Premio del Jurado incluido. Ahora ya tiene el Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa, y muy mal se tendría que da para que no se haga con el Oscar.
Dirigida por el primerizo László Nemes, supone un nuevo y original acercamiento al horror de los campos de concentración. La trama nos presenta a Saul, uno de los presos de Auschwitz que se ve forzado a trabajar quemando cuerpos y recogiendo ropas. Su insoportable día a día cambia cuando decide buscar un rabino para celebrar un funeral como Dios manda.
Nemes pega la cámara al protagonista durante todo el metraje y, gracias a esto, la experiencia es tan potente como agotadora, todo en el buen sentido. El montaje y la fotografía son perfectos, cuidando cada detalle para dar esa sensación de inmersión que no suele estar tan presente en la tercera persona. A ratos casi podría parecer una misión de infiltración del último Wolfenstein y, aunque no manejemos al personaje, la identificación termina siendo plena y dolorosa.
Realista, dura y potente, 'El hijo de Saúl' nos lleva justo a donde no querríamos estar y nos obliga a pasar un horrible buen rato.
No puedo más, siempre prometo que es la última, que dejo este tipo de películas que, tras ver su trailer, queda patente que es imposible que algo interesante salga de ahí. Pero vuelvo a caer, una y otro vez.
Lo que más me jode es que este tío ya me la ha liado antes. Mark Neveldine es la mitad del combo que, tras esas dos maravillas que son 'Crank: Veneno en la sangre' y 'Crank: Alto voltaje', y no bajando mucho de nivel con la interesante 'Gamer', prometieron arreglar todo lo que estaba roto en su presentación de 'Ghost Rider: Espíritu de Venganza'. No sólo no fue mejor que 'Ghost Rider: El motorista fantasma', si no que espera que no fuese peor.
Separado de su hasta ahora pareja en la dirección, Brian Taylor, presenta este truño de exorcismos con la misma gracia que su fracaso anterior: todo muy visto y todo muy malo.
Esto no puede dar miedo, no al menos rodado así. No hay magia, no hay sombra, no hay nada. Muy mal se tiene que dar el año para que no esté bien situada en el Blufff 2016 de diciembre. Qué pena de vida de verdad.
Escrita y dirigida por dos tipos que se estrenan en sus labores, la trama sigue la misma pauta de cualquier cinta menor sin pretensiones. Un padre deberá sufrir la lenta transformación de su hija infectada mientras esta asume que su único futuro es la muerte. Intimista, sin escenas de acción ni rebaños de zombis amenazantes, sólo faltaba contratar a dos caras nuevas y venga, a estrenar en VOD.
Pues no, en algún momento se decidió apostar por este proyecto y metieron en el berenjenal a las dos estrellas. Gracias a este regalito, no sólo consiguen más público, si no que reconozco que son el verdadero pilar de la película. El chuache contenido sigue molando como el chuache desatado, y Breslin no resulta la protagonista insoportable que hubiese sido fácil de interpretar. El resultado final es una película curiosa gracias a sus dos protagonistas y que, tras eso, no tiene mucho más.
'Joy', la nada, completa, inmensa y desesperante nada.
Hola, somos los de la otra vez pero con nieve. ¡Entren!
En Hollywood se les ha ido la mano. Hace años decidieron encumbrar a Jennifer Lawrence, una joven y prometedora actriz que había despuntado con una gran actuación en 'Winter's Bone', un conseguido dramón independiente.
La locura empezó con 'El lado bueno de las cosas', una comedia algo floja pero fácil de ver, a la que muchos cogimos gato por culpa de las ocho inexplicables nominaciones, llevandose Lawrence la suya como mejor actriz protagonista.
No midieron bien la frenada y volvió a estar nominada por 'La gran estafa americana', una cinta algo irregular que tampoco merecía tanto bombo pero que, curiosamente, sí tenía en Lawrence su mayor valor. Ese año no se lo llevó.
El absurdo llega este año, cuando vuelve a estar nominada por 'Joy', en un papel que nunca debió interpretar en otra película menor de David O. Russell. Supongo que el director conoce los planes y por eso se ha pegado a la actriz como una lapa, dime si no cómo es que su única película sin la actriz entre sus últimos cuatro títulos, 'Un accidente llamado amor', no ha conseguido NI ESTRENARSE en cines.
El caso es que 'Joy' hace que 'El lado bueno de las cosas' parezca merecedora de todas sus nominaciones. Plana, desnortada y sin gancho, cuenta la historia de una mujer que se abrió camino ideando productos novedosos para la teletienda.
La diferencia de edad entre Lawrence y la protagonista real de la historia es insultante, al menos debe serlo para las actrices que ven cómo, hasta sus papeles, son arrebatados por chicas más jóvenes. Y no es que se haya mimetizado demasiado, su personaje está tan fuera de la película como lo estaba la interprete en 'Los juegos del hambre: Sinsajo - Parte 2'. Si ves los videos antiguos o entrevista a la auténtica Joy, costará encontrar cualquier esfuerzo de nadie en el equipo para siquiera intentar parecerse a la realidad. Si con eso ganasen en narrativa, maravilloso, pero no es el caso.
Y eso no es lo peor, ni siquiera que le diesen el Globo de Oro, ni que pueda llevarse el Oscar, lo peor de todo es que Jennifer Lawrence es una gran actriz a la que están quemando.
Una más, igual de pobre que el resto, igual de imprescindible. Y es que si has entrado en la religión de Will Ferrell, tienes que comulgar con lo que toca.
No es buena, no consigue esa risa cada veinte segundos que debería tener una comedia absurda, ni mucho menos. No tiene claro el target, muy blanda en todo momento pero dejando hueco para subir el tono de vez en cuando, casi derrapando. El argumento es malo, manido y no termina de estar bien narrado. El humor viene a base de gags metidos con calazador y, cuando funciona, es gracias a las tablas de los ahí presentes.
Y ahora viene lo bueno, que también hay. Para empezar porque Mark Wahlberg ha encontrado el equilibrio perfecto en su carrera, por el bien de su salud y la nuestra. Sí, sigue obsesionado con ganar un Oscar y continuará rodando dramones previsiblemente callejeros no demasiado elegantes, pero siempre intercalados con chorradas de este tipo que, todo hay que decirlo, se le dan mejor.
Es el apoyo perfecto sin ser secundario total, es decir, hace que el cómico se luzca sin dejar de tener sus momentos de gloria. Lleva varias películas así, muy bien Marky Mark.
Pero nada de esto hace que la película deba verse, es el factor Ferrell lo que obliga a pasar por caja. Y es que, como ya he dicho, si has caído en su rollo, ya sabes de qué va esto.
Es un cómico extrañísimo, muy valorado entre los suyos pero no tanto entre el público. Es casi una leyenda viva, al menos para sus acólitos, pero no tenemos una sola película por la que adorarlo en su plenitud. 'Zoolander', 'El reportero: La leyenda de Ron Burgundy', 'Pasado de vueltas' y 'Hermanos por pelotas' son maravillosas, pero ninguna llega a clásico con el que presentarlo a los no creyentes.
Así que aquí estamos, ante otra comedia de las reguleras pero que, gracias a la presencia de Ferrell, tiene cuatro o cinco momentos absolutamente hilarantes y obligatorios. Lo siento hermanos, vedla.
Trigésima gala de los Premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Treinta años de premiados, presentadores, números musicales de todo tipo y, aun así, ahí estamos, empezando un evento de tres horas cantando y bailando temones como 'Hoy es el día de los enamorados', bonita, moderna y a cuento.
En fin, no termino de entender cómo tres tipos como J. J. Vaquero, Iñaki Urrutia y Dani Rovira, idean en el espectáculo con momentos así, número de magia incluido. Tampoco comprendo por qué Jorge Blass, un mago de fama internacional que me ha dejado con la boca abierta en multitud de ocasiones, decide salir al escenario con el cuchillo con hueco, una cerilla trucada y una azafata agachada a la que se le ve medio cuerpo gracias al plano de un realizador que no remaba a favor.
No sé por qué nos venden que la gala iba a ser un homenaje a Luis Buñuel, cuando en realidad todo consistió en una tamborrada de cinco minutos a dos premios de terminar la noche, justo el momento donde todos los presentes rezan por que el reloj avance rápido. Buñuel no es que merezca un hueco más ilustre, es que debería ser el protagonista de una de las entregas. Pero en fin, al menos hubo varios guiños a José Luis Cuerda, presente en el patio de butacas, y se hizo justicia con ese monumento que es Mariano Ozores.
Sobre los premios, diré directamente que, en el año de 'La novia', es injusto que cualquier otra le quite los cabezones que merece. Y me da rabia porque 'Truman' me gusta, pero tan necesarios eran sus galardones a actor protagonista y secundario, como lo eran el de la dirección y mejor película para la de Paula Ortiz. Debió llevarse también mejor actriz, a una Inma Cuesta histórica, y mejor guión adaptado por lograr algo que hubiese emocionado a Lorca hasta las lágrimas.
Y debo insistir en que la ganadora me gustó, pero no puedo evitar pensar que, dentro de unos veinte años, la conversación será esta:
- La novia, ¿se llevó el Goya no?
- Voy a mirar. Ah, pues no. Truman.
- ¿Esa cuál era?
Merecidos los premios a Daniel Guzmán, más por el esfuerzo que por el resultado, pero hubiese preferido que Leticia Dolera demostrase que se puede se pueden ganar Goyas contando algo diferente al dramón callejero.
En cuanto al guión original, pensaba que ocurriría como con Tarantino y Borja Cobeaga empezaría a llevarse este premio para que aguantase en silencio que su valiente 'Negociador' esté fuera del resto. Ni por esas.
Para quedarme a gusto, y antes de copiar el palmarés oficial, estas son mis nueve películas españolas del año:
'Steve Jobs', cuando en un biopic se acuerdan del pic.
Pensando a quién robar
Ha pasado sin pena ni gloria por la cartelera, la nominación a Michael Fassbender es como para cumplir y, aunque está maravilloso, ni siquiera es su mejor papel del año ('Macbeth'). Puede que gracias a esa desidia de crítica y público, entrase al cine desesperanzado y saliese pleno.
Aaron Sorkin firma otro guión sublime, rápido y elegante, jugando con los tres actos que componen la película, formados a su vez por otras tres facciones conducidas por otra genial interpretación de Kate Winslet.
Danny Boyle, al que no imaginaba rodando un libreto así, se adapata y consigue sacar todo el jugo posible de la pluma de Sorkin y los personajes que aparecen frente a la cámara. Junto con la potente edición, consigue incluso dotar al conjunto de pinceladas propias que, de algún modo, suman al resultado final escenas de imágenes poderosas.
Los diferentes clímax que aparecen durante las película, atornillan al espectador a una butaca de la que no pueden despegarse durante sus fugaces dos horas. Esto ocurre en tres escenarios de interior, con cinco intérpretes y el buen hacer de todos los implicados.
Las dos escenas en las que se juega a mezclar discusiones entre los mismos personajes durante momentos de su vida diferentes, son ese tipo de momentos que hacen que recobres cualquier tipo de esperanza perdida.
No es la mejor película del director, del guionista o del protagonista y, aun así, es una joya que merece mucho más de lo que ha obtenido. Supongo que aquel truño de 'Jobs' sigue haciendo daño, olvidad ya a Kutcher porque sí, lo que 'Piratas de Silicon Valley' era al bio, esta lo es al pic.
Esta película es gloria, no hay que engañarse. Si alguna vez leíste las historietas de Charlie Brown o viste algunas de las pelis de Snoopy que se llevan haciendo desde los 60, no dudes que aquí estás en casa.
La esencia de Charles M. Schulz, Peanuts para los amigos, ha sido respetada escrupulosamente por Steve Marino, director de esta joyita animada que, pese a ser de lo mejor del año, no destacará por su falta de innovación. Ni falta que hace.
El lavado de cara visual tiene el mismo estilo y gusto que lo narrado, con toda la colección de personajes que ya conocemos, baile random de instituto incluido.
Un placer para todo adulto que recuerde con cariño este mundo, y para cualquier enano que se siente a su lado.
Vi esta película en mitad del Festival de Sitges, una tarde en la que todo indicaba que sería imposible negarse a la obviedad de cerrar los ojos de una vez en las cómodas butacas de Auditori. Densa, pesada, brumosa, tenía todos los ingredientes, pero no pude cerrar los ojos.
Y es que esta nueva versión del texto de Shakespeare a manos de Justin Kurzel es plomiza, cierto, pero lo es porque funciona como una bala de cañón directa al pecho. Poderosa, estoica y gigante, la fotografía y la música consiguen una atmósfera espesa de la que Michael Fassbender se apropia con desprecio hacia el resto de los humanos.
Su poderío sobresale de la pantalla junto con la neblina naranja, el barro cubre el suelo y la sangre salpica a los espectadores mientras los diálogos del inglés se vuelven más duros que nunca. Una joya audiovisual que puede matar si resulta indigesta pero que, de ser bien deglutida, alimentará una mente durante semanas.
Mis cinco puntos del premio del público se fueron con ella, sé que en vano porque la mitad de la sala sucumbió ante el señor de la arena, pero a mi me despertó a lo grande. Menos mal que no se me aparecieron las Fatídicas, si no hubiese pasado por acero a los que andaban roncando ante semejante maravilla.
Una se ESAS película. Calmada, ideal para darte la cuchillada sin apenas hacer ruido. Jugueteando con historias que están ahí sin estarlo.
Todo esto funciona dependiendo de cómo te pille y, como he tenido la mala suerte de estar atento y con armadura, he terminado satisfecho pero casi ileso. No tocaba.
Andrew Haigh habla del amor a través de los años, de lo frágil que resulta un presente supuestamente robusto cuando hay una pieza del pasado mal encajada. El futuro desaparece, la mirada atrás se hace imperante y, a la vez, incompatible para sobrevivir un poco más.
Lo entienden sus dos protagonistas, especialmente una estoica Charlotte Rampling, a la que su incapacidad para vendar la herida le ha valido una nominación al Oscar.
Ideal para bergmanianos irredentos y otros suicidas de tempo calmado y veracidad emocional sobredimensionada con disimulo.
'Dope', colores ácidos, bicicletas por la calle y hip hop en el loro.
Hip Hop Hooray
Esto no es una película; es un capricho, una fiesta, un recuerdo. Una cinta de los 80, ambientada en los 90, rodada por las modas de los 2k10.
Un chico de barrio chungo de Los Angeles, sobrevive como puede junto a dos colegas. Todos quieren ser gangsters para seguir adelante y se espera lo mismo de ellos, pero Malcolm quiere estudiar en Harvard y vivir en una época que idealiza y dejó de existir hace ya década y media.
Un acierto visual, con montaje ágil que obliga a seguir las aventuras de estos tres amigos como si importase de verdad, como si contase algo nuevo. Claro que no es ni 'Todo en un día' ni 'Supersalidos', pero tampoco hace falta para pasar un buen rato y dejar un agradable sabor de boca.
Mientras su compilación sonora resuena en los auriculares de espumilla que he encontrado en el fondo del cajón, voy buscar pilas para la Game Boy.