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Una acertada mezcla de misterio, satanismo y erotismo que encierra a dos protagonistas y a sus huéspedes en una casa de campo durante todo el metraje.
Repleta de todos los tics y manías del género en la época, algo que se disfruta para bien, merece formar parte del sello de Piquer Simon, por mucho que torturase al pobre Carlos Puerto mientras dirigía. Además, empieza con un plano de Jiménez del Oso mirando a cámara diciendo: "Satanás existe porque existe el mal". Sólo por eso ya cumple.
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Esta producción francesa es café cafa muy cafeteros, ideal para cuando tienes una de esas tardes en las que, por lo que sea, toca droga dura y efectiva. Bajo su título, la frase publicitaria no deja ninguna duda: "Cuando Federer se convierte en Mad Max... mientras Beckett se encuentra con Tank Girl".
La trama nos presenta un mundo postapocalíptico donde Stépahnie y su entrenador André se preparan para Roland Garros. Junto a ellos está aparece Ralf, un guerrillero al que han secuestrado y que termina uniéndose a su duro horario de ejercicios y tenis sin pelota.
Una nueva referencia en cuanto a la necesidad de aferrarse a una ficción para escapar de la realidad, es decir, el cine en sí mismo.
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Aquella vez en 2013 todo era nuevo. Nadie esperaba algo que pasase a la posteridad, si bien muchos habíamos disfrutado de anteriores obras del director como 'Saw' o 'Insidious', era difícil adivinar la que se nos venía encima con aquella joyita.
Esta vez todos estábamos listos, ansiosos y sedientos de buenas atmósferas, momentos de tensión y repuntes musicales y humorísticas para embellecer el conjunto. Y lo cierto es que lo ofrece, todo lo bueno de la primera está en la segunda, el problema es que todo lo malo que supo esquivar, aquí aparece como si siempre hubiese estado presente, como si nadie hubiese destacado su ausencia como algo positivo.
Volvemos a disfrutar de grandes momentos de tensión filmados con un gusto envidiable, cierto, pero terminan una insoportable subida del audio para disfrute de amantes del terror de los 2000. Vuelve el misterio de lo oculto en el más allá, pero se hace visible desde el inicio con hasta tres representaciones de monstruos que no terminan de apetecer y que son absolutamente expuestos antes de llegar ni a la mitad del metraje. Dame una entidad maligna, no Jack Skellington y a Marilyn Manson. Asusta mucho más el retrato cuando sólo es un retrato, la imaginación siempre es mucho más aterradores que unos afilados dientes ensangrentados sin ningún sentido.
Vuelven las canciones que nos sitúan en la época, pero esta vez metidas a capón y usando recursos tan manidos como el picadito de imágenes londinenses con el 'London Calling' de The Clash que termina uniendo el delay final con una conversación. Joder, odio esa mierda desde que la usaron por décima vez.
Y en cuanto al caso real, digamos que si en la de 2013 se usaba la experiencia real de los Perron como punto de partida y fondo para que Wan ampliase con elementos cinematográficos, aquí no es más que la introducción de una sobrecargada historia que nada tiene que ver con lo ocurrido y que busca un final de resolución detectivesca, mucho más cerca de encontrar al asesino de puzzle que de exorcizar a nadie.
En definitiva, una pena. Si esta fuese la primera, admito que estaría destacando todo lo bueno que tiene y diciendo que es una película más que competente, una recomendación interesante para los amantes del género. Pero, como viene de donde viene, es inhabitable destacar sus tropiezos, elementos que hacen que disfrutemos muchos menos de sus aciertos y que nos obligan a pensar que Wan, además de buen gusto, tuvo suerte.
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El resultado es un relato divertido que podría haberlo sido mucho más de proliferar los mediometrajes. Como esto no ocurre, los cuarenta minutos de buenas ideas se alargan hasta un producto de 86 que hace lo que puede con llegar al final con algo de dignidad.
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El problemilla de 'Estirpe', a diferencia de otros productor del palo como 'Faraday', es que entre locura y locura, pretende contar algo serio, logrando momentos lentos que no te crees salteados con chorradas como pianos que no entiendes por culpa de los frenazos.
Aun así, hay cositas salteadas que son glorit, como ver a Borja Crespo molando, a Nacho Vigalondo en modo vigalonder, a Sergio Peris-Mencheta siendo el mejor actor de la película, a Igtanius Farray como mad doctor o a mi tweet, que de verdad que sigo flipando.
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Y hasta aquí lo visto. Un placer este juego imposible de elegir cautelosamente los títulos a visionar para terminar entrando en los peor valorados siempre. Soy un imán.
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