28/5/17

Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales)

Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’, por favor, ya.


Es complicado entender los vaivenes del género pirata en el cine. Desde que ‘El pirata negro’ (Albert Parker, 1926) abriese camino, se vivieron decenas de aventuras hasta la llegada de su época dorada en los años 50, cuando las piruetas de Burt Lancaster y compañía elevaron el listón hasta ponérselo realmente difícil a las sucesoras. A partir de ese momento, los bucaneros no fueron más que raras excepciones en una cartelera que olvidaban a aquellos tipos mutilados de mala vida.

Tanto es así que, cuando se estrena la siempre infravalorada ‘La isla de las Cabezas Cortadas’ (Renny Harlin, 1995), el batacazo supuso la puntilla de la malograda y añorada Carolco. ¿Nos habían dejado de gustar los piratas? Según Disney y sus números, no.

Solo ocho años después de aquel naufragio, ‘Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra’ (Gore Verbinski, 2003) llega a la pantalla grande y se convierte en la película del verano. Las aguas caribeñas casan magníficamente con las leyendas, maldiciones y ritos paganos, algo que Verbinski y su equipo aprovechan y, junto a la creación de un magnífico secundario y un espléndido villano, aciertan de pleno. El director cerró la trilogía en 2006 y 2007 con dos cintas menores que, básicamente, consistían en complejas coreografías sobre elaborados escenarios. El nuevo villano pulposo y los momentos más oníricos de ‘Piratas del Caribe: En el fin del mundo’ salvaron el total, pero Sparrow y compañía no daban para más.

Por eso es inexplicable que ‘Piratas del Caribe: En mareas misteriosas’, una cuarta parte hecha por obligación en la que la desgana es protagonista desde el primer minuto, no pinchase en taquilla. Es más, superó a las otras tres.

Pese a los datos, en Disney sabían que el resultado era lamentable. Por eso han tardado seis años en sacar una nueva, algo extraño en el acelerado calendario actual, que intenta replicar la estructura de la primera pero que no logra deshacerse del verdadero problema de sus secuelas: Johnny Depp da asco/pena.

Ver a un actor interpretando a un secundario borrachín que se las sabe todas, es genial. Ver a un intérprete borracho, soltando frases sin entender muy bien dónde está durante todo un guion que, desesperadamente, intenta hacer que sea el protagonista sin conseguirlo, es horrible.

Que lo mejor sea ver a Orlando Bloom disfrazado de Txus de Mägo de Oz…

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