San Sebastián 2018, día 1

Comienza el sexagésimo sexto Donostia Zinemaldia y allá nos hemos plantado por quinto año consecutivo. Usando el plural de modestia, y obviando los meses sin actualizaciones del blog, comenzamos las reseñas de lo visto en esta primera jornada del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

‘El amor menos pensado’ (Juan Vera, 2018) es la típica comedia romántica argentina, es decir, es buena, positiva, algo ñoña y se olvida a las pocas horas de ser vista.

Ricardo Darín y Mercedes Morán bordan unos personajes construidos a medida. Su química y las brillantes frases del guion hacen que todo merezca la pena pero, cuando la cosa comienza a alargarse, es imposible no preguntarse cómo es posible que esta historieta llegue  a los 130 minutos.

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‘Asako I & II’ (Ryûsuke Hamaguchi, 2018) es una maravilla ridícula, o una ridiculez maravillosa. Qué sé yo.

Hamaguchi juega con una protagonista complicada y rota que acaba en brazos de un tipo que, por lo que sea, es exactamente igual al desgraciado que le rompió el corazón. Desde ese momento, y no dejando que el espectador termine de entender por qué Asako en tan “así”, solo nos queda disfrutar.

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‘3 Faces’ (Jafar Panahi, 2018) vuelve a demostrar que Panahi, en lo que a excusas narrativas se refiere, pilota.

El iraní hace de chófer de la estrella del país, Behnaz Jaffari, para contarnos un pequeño drama rural que servirá para descubrir un poco más la versión menos conectada y más humilde de su pueblo.

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‘Un hombre fiel’ (Louis Garrel, 2018) es el embrión entre la Nouvelle Vague y Woody Allen que Noah Baumbach lleva persiguiendo más de una década. Lo que no sabía el neoyorkino es que le faltaba un ingrediente indispensable: ser francés.

Garrel consigue todo lo que se propone en su segundo largometraje como director. Además de lograr una finísima tragicomedia sobre el deseo y las relaciones, logra recuperar a una magnífica Laetitia Casta y regala a Lily-Rose Depp su primer papel con sustancia.

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‘Smallfoot’ (Karey Kirkpatrick, Jason Reisig, 2018) puede ser algo mediocre, pero es absolutamente funcional.

Todo sirve para crear una historieta divertida con la que los niños reirán mientras aprenden (en la era de las fake news) que deben cuestionarse todas las normas. Además, hay un temón cantado por Common que parece salido de ‘Hamilton’.

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