8/12/15

El puente de los espías (Bridge of Spies)

El puente de los espías (Bridge of Spies), la importancia del tacto cuando las guerras se enfrían.

Hanks intentando leer las letras de la izquierda
Dicen que esta historia la quería contar Gregory Peck en el sesenta y cinco. Su plan era protagonizar la película junto a Alec Guinness en el papel de agente soviético. La Metro decidió que el ambiente estaba lo suficientemente tenso como para no juguetear en ese momento, por lo que se guardó en un cajón. Con esto en mente, Steven Spielberg ha querido llevar a cabo el reto pensando en ese cine, como si Peck hubiese conseguido su propósito, insuflando a El puente de los espías un aire añejo, de clásico recomendado.

No lo ha hecho visualmente, aunque es sobrio no se ha bajado de la definición de calidad ni de los cuidados movimientos de cámara que él mismo a moldeado durante años. El espíritu del cine de la época se encuentra en su tempo y estructura, algo que puede echar a muchos para atrás y que, en ciertos aspectos, juega a la contra.

Comienza con un prólogo sublime, donde vemos el Spielberg callejero y elegante de Munich. Luego se transforma en un primer acto que se alarga hasta convertirse en una película en sí misma, menos interesante al no haber querido dejarse nada y mostrando un juicio que ya hemos presenciado. Cuando la banda sonora de Thomas Newman, que sustituyó a John Williams por enfermedad, envuelve el pastel con extra de nata, el protagonista viaja al Berlin en el que se está construyendo el muro y, por fin, empieza una película maravillosa.

Un buen día para espiar
Tom Hanks cumple como siempre sin terminar de crear nada nuevo, es un valor fiable pero poco arriesgado. Algo más sorprendente está Mark Rylance como espía apocado y algo desnortado. Desde su primera intervención irradia humanidad al demostrar que, su único delito, es haber nacido y crecido en los lugares equivocados.

Spielberg se maneja a la perfección por ese viejo Berlín, siempre esperando una llamada, siempre a punto de ser detenido por no tener el papel adecuado. Como Wilder en Uno, dos, tres, que por cierto puede verse anunciada en una marquesina, el realizador nos muestra lo absurdo del muro, de la separación y del miedo. Ethan y Joel Coen, autores del libreto junto con Matt Charman, consiguen marcar estos factores como el verdadero enemigo del protagonista, que sabe que si fuerza a las personas a actuar como tal, terminarán cediendo ante la razón.

No es La lista de Schindler del defensor de los espías rehenes, pero hasta en los segmentos a los que aplicaría tijera, se puede disfrutar de la mente privilegiada que hay detrás de la cámara. La dirección de Spielberg ha llegado a unas cotas de perfección que deberán ser estudiadas durante años.

Y como ya se me ha visto el plumero, y me da bastante igual que así sea, me tomo la libertad de ordenar todas las películas del genio en esta lista molona. Las cinco primeras las puedo recolocar a diario, la sexta está a punto de entrar en esa pugna y, hasta la vigesimotercera, me cuesta mucho sacar pegas.

Aquí el trailer. Su siguiente proyecto, ya en post-producción, es The BFG, basado en el cuento de Roald Dahl. Todas las ganas. Un 7'5.

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