19/12/15

Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens)

Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens), vuelve a sentarte alrededor del fuego.

Qué placer
Durante un tiempo pensé que sería mejor no hacer esta crítica. Sabía que me iba a costar abordar el tema, que podía volver a ese tono personal de blogger principiante que se extiende demasiado en sus propias experiencias, justo lo que voy a hacer a continuación. Pero ahora que han pasado cuatro días desde que la vi por primera vez, dos desde el primer revisionado, creo que sí debería dedicarle unas horas más al universo de ficción que más hueco, tanto físico como emocional, ocupa en mi vida.

Para ello, como esta es mi casa y me la cargo como quiero, como George Lucas, voy a olvidarme que esto es un rincón de críticas y voy a contaros mi historia con Star Wars, porque me apetece y porque a dos o tres sé que les hará ilusión leer cómo me importan estas cosas. Para los demás, dejo señalado dónde empieza y dónde termina la tontería, para que podáis pasar directamente a la crítica del Episodio VII que, aunque está adornada también con mis subjetivos sentimientos, es lo que seguramente esperaríais de esta entrada. No digáis que no os lo pongo fácil.

---------------------------------------Mis cositas---------------------------------------
Me gustaron las precuelas, mucho, pero voy a irme un poco atrás para explicarlo. No sé cuando empezó a gustarme Star Wars, no tengo un primer recuerdo de ver las originales, simplemente me las sabía de memoria y me encantaban. Junto con la trilogía de Indy, Terminator 2: El juicio final y Parque Jurásico, han sido los VHS más quemados de mi casa de lejos. Las inflamables anginas que me libraron de ir al colegio un par de semanas por trimestre, contribuyeron en gran medida a mi obsesión por el cine en general, y por las aventuras galácticas en particular. Me gustaba mucho, desde siempre, pero mi primer recuerdo claro de notar que lo que sentía era algo más intenso que una simple afición, llegó en 1997, con nueve años, en la sala 3 del Cine Variedades.

Lucas planeaba algo gordo pero yo aun no lo sabía. Fui a ver la reposición que se había hecho de la que aun prefería llamar La guerra de las galaxias, con su Jabba digital horripilante, los bichos añadidos a traición y el sucio disparo de Greedo. Ese día pasó algo raro en el cine, descubrí que mis amigos iban para pasar tiempo juntos fuera de clase y que yo iba a ver la película a oscuras, con el sonido a tope y en pantalla grande. Bueno, en la pantalla de la 3 del Variedades, con sus goteras, manchas de humedad y demás detalles de teatro viejo que, de alguna manera, empastaban con la cantina de Mos Eisley, con el ambiente cargado de Dagobah y con el sórdido palacio de hampón rechoncho y sus guardias gamorreanos.

Recuerdo estar oyendo a mis amigos hablar mientras la tía Beru servía leche azul, ponerme nervioso, levantarme de mi asiento y adelantarme un par de filas para poder estar más atento. La sala era muy pequeña, estábamos solos y podíamos hacer lo que quisiésemos, no supuso nada para ellos y cuando salimos comentamos la película como si nada, emocionados todos por la experiencia. Yo estaba cambiado, me di cuenta de que realmente me gustaba aquello de un modo especial, que el granjero mirando las puestas de soles me emocionaba, que Vader era una de las figuras más poderosas que conocía y que cuando Han y Chewie salvaban el día, también lo hacían por mí. Tras ver los otros dos capítulos en cine y comprarme el álbum de cromos que Panini sacó con motivo de los reestrenos, decidí que algo faltaba en mi cuarto. Reuní el poco merchandising que hasta el momento tenía en mi cuarto, lo expuse en la primera fila de las estanterías y decidí que necesitaba más.

Al año siguiente, en el 98, en el también fenecido cine del Zaburdón, vi un cartel en el que aparecía una sombra que se parecía a la de Vader. Asombrado, comprendí ahí mismo que estaban haciendo películas nuevas, que irían de un niño con el pelo a tazón que se convertiría en mi villano favorito y que empezarían por el anhelado Episodio I. La felicidad en aquel pasillo fue total.

Sólo un año después llegó el día, el primer estreno del que conocía la fecha con antelación, 20 de agosto de 1999, el mismo día que un incendio asoló parte del monte Abantos, calcinando centenares de hectáreas y dejándome sin cine por la cercanía de la noticia del momento. Por la noche, sentado en los columpios de mi urbanización con un par de vecinos, recuerdo mirar los puntos rojos que aún seguían vivos en la montaña, pensando en estaciones espaciales descomunales explotando en la negrura del espacio.

Al día siguiente la cosa se calmó y convencí a mis padres para ir hasta Kinepolis, buscando la sala más grande de Europa o lo que sea que anunciasen en ese momento. Tenía once años y salí de ver Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma absolutamente emocionado. El coleccionismo de cualquier elemento relacionada con la saga empezó a volverse algo importante. Mi cuarto se convirtió en un museo y permaneció así los seis años siguientes. Me compré la película en VHS, la última en este formato, y repasé la carrera de vainas y el duelo con Darth Maul hasta la saciedad.

Con catorce años llegó Star Wars: Episodio II - El ataque de los clones, esta vez sí el día del estreno, en Kinepolis y con amigos tras reservar entradas con semanas de anticipación por primera vez. Y la disfruté, de algún modo que hoy no termino de entender, la disfruté. Lo mismo ocurrió con Star Wars: Episodio III - La venganza de los Sith, mismo ritual y similar gozo con ya diecisiete años.

Las cosas luego se pusieron feas. Por alguna razón, los revisionados se fueron entorpeciendo, las diferencias entre las dos trilogía se agrandron y el merchandising de las precuelas fue perdiendo hueco en mi habitación. Star Wars seguía presente, era importante, pero me descubría a mi mismo criticando los diálogos entre Anakin y Padmé, el exceso de CGI en el Episodio II y sí, al pobre Jar Jar.

Al mismo tiempo, me di cuenta de que aquel atardecer de dos soles me seguía poniendo la carne de gallina, que la relación entre Han y Leia aun me parecía perfecta y que el camino del héroe seguido por Luke era el cuento que más me gustaba oír.

Ahora estoy en mi cuarto, miro a mi alrededor. Como en Jakku, hay restos de batallas perdidas. De aquellas precuelas asoma un Watto que mira incólume tras el ordenador y el pequeño caza Interceptor de Anakin del Episodio III. No todo fue en vano, en la estantería de películas hay un buen hueco ocupado por Star Wars: The Clone Wars y, aunque sólo sea por esta serie, casi merece la pena. Pero el resto de objetos galácticos que pueblan esta estancia tienen antecedentes anteriores, todos pertenecen a ese periodo mágico entre el 77 y el 83 en el que se crearon tres títulos a los que aun hoy seguimos sacando partido.

Cuando el fin de semana pasado nos reunimos unos cuantos para la maratón previa al estreno, el orden elegido fue el episodico, sabiendo que si dejabamos las nuevas para el final la cosa se complicaría. Así lo hicimos y, por terminar de ese modo, las trece horas pasaron volando. Fueron un disfrute total que precedería a una de las semanas más esperadas en mi vida de aficionado a productos audiovisuales.
---------------------------------------Fin de mis cositas---------------------------------------

Y llegó el día, J. J. Abrams ha tenido el complejo honor de ser el primero en encargarse de un capítulo de esta locura sin la implicación directa de George Lucas. Con Disney por encima de Lucasfilm, muchos temían la inclusión de Mickey Mouse en el Halcón Milenario, como si no estuviesen disfrutando con el Universo Cinematográfico de Marvel, también propiedad de la casa del ratón.

Desde las primeras imágenes promocionales, la intención del tipo que resucitó el aletargado espíritu trekker con la excelente Star Trek de 2009, era la de volver a la trilogía original. Pues bien, no sabíamos hasta qué punto.

Desde el rótulo azul inicial seguido de la atronadora fanfarria de Williams y la famosa tipografía amarilla, Star Wars: El despertar de la Fuerza no pretende imitar a las aventuras originales, si no clavar la estructura de Una nueva esperanza. Su empeño por dar a los fans lo que pedían entre gritos a la salida de las precuelas, ha sido escrupuloso, férreo y, a ratos, exageradamente forzado. Y yo tan contento.

Es una extraña mezcla de sentimientos, puedo quejarme de la falta de riesgo, de la simetría con la del 77 que termina convirtiendo esta en previsible y tontorrona pero, qué demonios, esto era lo que quería.

Necesitábamos volver a sentarnos alrededor de una hoguera, que alguien con talento nos contase el mismo cuento mientras miramos atónitos las nuevas sombras, hechas con mimo y cariño. Era totalmente necesario establecer estos cimientos del mismo modo que se hizo anteriormente, como también creo que será obligatorio olvidarse de esquemas pasados en los dos capítulos siguientes, teniendo en cuenta sólo lo establecido en esta primera piedra y jugando con los elementos dados de un modo diferente a como se hizo en los ochenta.

Ha sido un acierto de Michael Arndt, del que no sé cuánto queda del guión, de Lawrence Kasdan, que sabía lo que había que hacer, y del propio Abrams que es uno de los que necesitaba esta película y por eso ha podido hacerla de este modo. Una cinta hecha por un fan para los fans, que los aficionados sabrán apreciar en mayor o menos medida, pero que no terminarán de entender lo preponderante que era la repetición de acontecimientos y personajes.

De entre lo nuevo, hay elementos que no sólo brillan aquí, si no que allanan el trabajo a los que tengan que continuar con la aventura. Rey es ya uno de los mejores personajes de la saga. Estoy hablando de esa que tiene a Vader, Luke, Han, Leia, Obi-Wan o R2. La hasta ahora desconocida Daisy Ridley hace suyo el personaje y aporta todo lo que necesita la auténtica protagonista de la nueva trilogía, irresistible acento incluido. Fuerte, valiente, decidida y sonriente, todo funciona si ella está en pantalla. Es sin duda el gran descubrimiento de Abrams y posiblemente lo mejor de la película. Las ganas que tengo de ver este nuevo "camino del héroe" de la mano de una heroína con un carisma tan desbordante es el mejor gancho posible, además del final al que luego dedicaré su debida loa.

En cuanto a Finn hay más dudas. Me gusta el planteamiento, algo precipitado, de soldado imperial que tiene problemas con su adoctrinamiento y se replantea la vida. Lo malo es que su condición de chavalín alocado que se enamora a la primera no termina de cuajar. John Boyega, que interpreta al personaje, se pasa de caricaturesco en algunos momentos en los que podía hacer gracia con una actitud más sobria.

El tercero tiene menos peso en el metraje, el pobre Poe Dameron aparece en tres secuencias contadas. Sin embargo, a Oscar Isaac le sobra con esos minutos para dejar con ganas a todo fan que se precie de vivir más aventuras de la mano del nuevo mejor piloto de la Resistencia. Parecía que iba a ser el más responsable y adusto de los personajes debido a su edad, y es el primero que rompe el hielo, bromeando casi en cada aparición con mayor acierto que Boyega.

Junto a este nuevo trio, tenemos a tres nuevos representantes del mal. El Emperador, el Grand Moff Tarkin y Darth Vader son ahora el Líder Supremo Snoke, el General Hux y Kylo Ren. El mandamás Snoke es un personaje digital al que presta voz y movimientos Andy Serkis y del que poco se puede decir de momento. Su condición de personaje de CGI lo despega algo del resto y el diseño casi recuerda más a las series de animación que al universo de acción real. La nueva voz de Serkis, como siempre, un placer.

Domhnall Gleeson encarna con fuerza al General Hux, llegando a marcar el acento irlandes hasta transformarlo en un rugido germánico en su diabólico y sublime discurso. La entereza que demuestra desde el principio y la inflexibilidad con la que trata a la mano derecha de su jefe, hace que deba admitir el esfuerzo de Gleeson por ponerse a la altura de la sombra de Peter Cushing.

Kylo Ren es el nuevo villano torturado de cartel y tiene a Adam Driver tras la máscara. Es un tipo con una altura imponente, de movimiento decidido pero desgarbado y con una voz grave perfecta para lo que le toca. Es una buena encarnación y las pegas hacia el personaje no se las puedo echar en cara a Driver que creo sí ha conseguido meterse en la piel del antagonista. El problema es que estamos ante uno de los pocos riesgos asumidos por Abrams, no imponiendo un villano poderoso desde el inicio si no un aprendiz del mal en proceso de creación. De hecho, la gracia de Kylo es que es un mal aprendiz en todas las facetas donde lo ha intentado. Como estudioso del lado osuro, no sabe encauzar su ira, que se desperdicia a mandoblazos de un sable láser que tampoco ha construido bien. Todo esto es interesante pero crea un personaje complicado, a medio camino entre cualquier destino satisfacctorio y que podría llegar a funcionar bien pero que, de entrada, cuesta asimilar. Y sí, si sólo se quitase la máscara en la escena del puente sería mejor, no termino de entender esa primera bajada de pantalones.

Del resto de nuevos secundarios hay que señalar de una vez a BB-8, un nuevo R2-D2 perfecto en todos los sentidos. Toma el relevo del droide más querido usando su mismo ingenio, ininteligible lenguaje y, sobre todo, presencia indiscutible. Todo lo que aporta por ser un robot creado realmente por el equipo, que acompaña físicamente a los protagonistas y que se mueve e interactúa con el entorno, es lo que Lucas no quiso entender en las precuelas.

En el lado opuesto está Maz Kanata, otro personaje digital que, por serlo, vuelve a no integrarse en la mezcla como ocurre con Snoke. Interpretada por Lupita Nyong'o, la función de este personaje es la de presentar el regreso del concepto original de la Fuerza, adiós a los midiclorianos. Agradezco eso como cualquier fan, pero la manera de hacerlo no tanto. No entiendo que viva en lo que parece un templo, escultura incluida, con pasillos sensibles al poder que rodea a los elegidos, pero que luego resulta ser un antro lleno de forajidos y maleantes como cualquier cantina de Tatooine. No sé por qué tiene que ser Kanata, y en ese entorno, la que vuelva a unir los hilos espirituales de la franquicia. Podrían haberlo remediado dando un poco más de papel al fugaz Max von Sydow, que creo está tan desperdiciado como la pobre Gwendoline Christie. La Capitan Phasma prometía mucho y casi es un soldado más.

En cuanto a los reencuentros, no voy a alargarme mucho más diciendo lo que supuso reencontrarme con el Halcón Milenario, Han Solo y Chewbacca. Los tres a pleno rendimiento, sumando acción, frases e imágenes a su leyenda, incluyendo un momento de aventurilla galáctica como si estuviese viendo un maravilloso serial sobre ellos. Tambien fue emocionante volver a ver a Leia, ahora General al mando de la Resistencia, manteniendo dos conversaciones con su inmortal pareja que nos hacen adivinar en un par de minutos una relación mucho más intensa e interesante que la que nunca pudimos disfrutar entre Padmé y Anakin.

Además de las escuetas apariciones de R2-D2 y C-3PO y los cariñosos guiños al Almirante Ackbar y Nien Nunb, hay un tercer amigo del pasado. Tiene barba, capucha y una mirada que suplica no tener que emprender el camino que sin duda debe tomar.

La acción de la película está medida con cronómetro, entra cuando debe y dura lo justo y necesario. Las batallas espaciales son escasas porque nos dan doble ración de vuelos atmosféricos. Los maravillosos diseños de los nuevos TIE Fighters y X-Wings hacen que ya esté buscando hueco en mi estantería.

Abrams se ha controlado y ha reducido sus lens flare al mínimo, usa movimientos de cámara ágiles pero no mareantes y proporciona combates cuerpo a cuerpo creibles y fáciles de entender. Los stormtroopers están ahí, son gente con la genial nueva armadura, corriendo, disparando y dejando que unos cables les hagan volar hasta colchonetas cuando son blanco de la potente ballesta láser wookiee.

El duelo a espadas de luz es humano, ya no está formado por piruetas dignas del Legolas de El Hobbit. Hemos vuelto al combate tenso, duro y peligroso que dos tipos armados con un palo incandescente pueden tener.

Con la banda sonora, tengo mis problemas. John WIlliams no pinchó ni en el peor momento de las precuelas, su trabajo en la saga ha sido absolutamente impecable durante seis episodios. Ahora, sin hacer nada mal, creo que ha abusado de paisajes planos, sin demasiada personalidad, que acompañan a personajes sin aportar demasiado. El leitmotiv compuesto para Rey es el único elemento novedoso que me ha emocionado, el resto funciona sólo cuando consta de variaciones de partituras ya conocidas. El regreso al tema de la Fuerza o el dedicado a Han y Leia siguen poniendo los pelos de punta, pero Kylo Ren merecía algo más.

Los nuevos escenarios, criaturas, vestuario y demás complementos, son la maravilla que esperaba encontrarme. Todo sale del garaje que era ILM hace cuarenta años, de la carpeta de Ralph McQuarrie, de la biblioteca de sonidos de Ben Burtt y del corazón de un fan que conoce perfectamente el universo con el que está jugando.

En definitiva, esta es una película que gustará más o menos al público general, agradará hasta cierta medida a los aficionados y tocará el corazón de los fanáticos. No está exenta de errores, he dicho unos cuantos y podría señalar más, pero la subjetividad de haber clavado las uñas en la butaca mientras me bebía cada una de las palabras del texto inicial como si mi vida dependiese de ello, me hace valorar esta obra de un modo diferente.

No voy a poner nota, no sabría por dónde empezar. Sé que está delante de las tres precuelas, a bastante distancia, y relativamente cerca de la trilogía original. A ratos, puedo llegar a pensar que la disfrutaré más que El retorno del Jedi, el tiempo dirá si el espíritu que parece tener se convierte en algo genuino o impostado, pero la magia de El imperio contraataca y, sobre todo, Una nueva esperanza, es algo que no se puede imitar, aunque sea justo lo que Abrams ha hecho.

Si tengo que decidir finalmente si ha cubierto mis expectativas, si esto es de una vez por todas lo que yo quería, pienso en la presentación de Rey, con los restos de mi vida semienterrados en la arena mientras se pone un casco que le queda grande. Es justo el momento en el que me doy cuenta de que Abrams está sentado a nuestro lado en el cine, disfrutando con todos de esta maravilla que nos une para, al final, tendernos un sable láser, mirarnos a la cara suplicando que la aventura continúe, que esto nunca muera, que no nos dejemos olvidar por el tiempo y que volvamos a disfrutar del mejor cuento de princesas, brujos, caballeros y criaturas que nos ha dado el cine.

Si esto no te ha parecido suficiente, te emplazo a unos artículos que he dedicado estas semanas a la saga y que creo que han quedado muy golosos. Además, de qué me sirve colaborar en Fotogramas si no fardo un poco de ello.

- 'Star Wars': Nuestros bichos favoritos
- De Lucas a Abrams, 5 cambios que convierten la nueva 'Star Wars' en la original
- Los 10 rumores más locos sobre 'Star Wars: El despertar de la Fuerza'
- ¿Y ahora qué? Los planes futuros de Disney para 'Star Wars'
- Star Wars Exploitation, más allá del canon

Aquí el trailer. Ahora a esperar. A los despistados, este es el calendario que Disney nos tiene programado:

Star Wars: El despertar de la Fuerza (18/12/15)
- Rogue One: A Star Wars Story (16/12/16)
- Star Wars: Episode VIII (26/05/17)
- Peli de Han Solo de joven (25/05/18)
- Star Wars: Episode IX (2019)
- Tercer spin off sin temática confirmada (2020)

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