26/5/16

Nocturna 2016, día 3: La tortura del reposo y la reválida de los martillazos

Tercer día de #lanocta, ese en el que, a base de insistir, por fin me he llevado algo bueno de la sala 2. Armado con un chute cafeínico para no marcarme un 'Polder', me talé las dos pelis del día que, si bien siguen sabiendo a poco, hace todo más fácil de soportar que en cualquier otro festival. Fijaos la calma con la que escribo esto, cómo me relamo, cómo tecleo cada letra con la seguridad de que me sobran unos minutos al día para, incluso, dormir. Nocturna está de relax, al menos hasta hoy.
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'Patient' no está bien ni está mal, está bienymal. Se deja ver sin enfados, sabiendo desde el principio que será extraño que algo marque demasiado.

La trama nos presenta a una antigua usuaria de secta que se ha librado de la solución final por los pelos. Unos espíritus muy malos aguardan en la oscuridad de su habitación de hospital a que les de a su sobrino mientras, uno a uno, pasan los días de la semana entre sustos, líquidos negros y demás parafernalia ectoplásmica.

Una historieta a olvidar en un par de semanas, espero que lo escrito aquí me sirva para cuando alguien me pregunte mi opinión y tenga que rebuscar a ver de qué iba y qué narices pensé de ella.

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'The Lesson' fue la sorpresita del día. Un viaje por la rabia contenida de unos y otros que, cuando menos te lo esperas, sale a la luz.

Escrita y dirigida por Ruth Platt, nos presenta a unos chavales ingleses sin ningún futuro que pasan el día molestando a todo aquel que se cruce en su camino. Su profesor, uno de los que más sufre a los insoportables kinkis, decide dar una clase a golpe de clavo y martillo.

No ofrece nada que no pueda encontrarse en un vistazo en Wikipedia y, aun así, el viaje a la desesperada de gente sin mañana, está elegantemente planteado y fotografiado. Una pena que alguien no dejase sus 97 minutos en unos 75, abusando menos de planos de paseos vacíos que, siendo muy bonitos, son tan frecuentes y alargados que terminan escamando. Lo mismo ocurre con su final, formado por hasta tres epílogos, con sus tres canciones correspondientes.

Metido el palo, vuelvo a reconocer el buen rato pasado con esta clase de instituto a la fuerza. Lo más interesante visto hasta el momento.

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Y se acabó, ahora bailar, a cantar y a gozar del minuto sobrante hasta que tenga que salir corriendo porque, claro, no llego al bus.

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