22/2/15

El francotirador (American Sniper)

El francotirador (American Sniper), mátate matando.

Aquí falta una buena bandera
La segunda película de Clint Eastwood este año ha logrado que escueza la herida sin llegar a echar sal. El realizador se moja lo justo, que es casi nada, para que los que conocen sus tendencias políticas tachen este título de panfleto fascista y, por otro lado, se puedan encontrar fuertes alegatos antibelicistas a lo largo del argumento. Intentaré pasar de esta polémica y centrarme en el relato como cine en sí mismo pero, me temo, será complicado.

El argumento recrea parte de las vivencias reales que el francotirador Chris Kyle contó en sus exitosas memorias. El SEAL tenía el récord de 160 bajas causadas y era conocido como "Leyenda" entre las tropas destinadas en Irak donde luchó hasta en cuatro turnos. Jason Hall ya trabajaba en un libreto que protagonizaría Bradley Cooper cuando Kyle fue asesinado por un compañero que sufría trastorno por estrés postraumático. Tras este acontecimiento, la realización de una cinta donde se ensalzase su figura, se convirtió en tema de Estado para los patriotas que llenaron las calles durante su funeral.

Eastwood nos presenta a un tipo de origen humilde y educación justa que decide enrolarse al ver que han atacado a su país. Tras el 11-S, recibe con alegría la llamada hacia tierras iraquíes, noticias que se enlazan en la cinta y que pueden ser leídas como prefiera el espectador según su ángulo: o nos toman por tontos obviando que lo primero no fue causado por los segundos o, como creo que es el caso, mostrando que el grueso de los enviados al infierno buscaban venganza sin importar realmente contra quien.

Ya en tierras anaranjadas, nuestro protagonista se ve obligado a disparar una y otra vez para salvar las vidas de sus compañeros. Mata a mujeres y niños si estos portan armas y están dispuestos a utilizarlas, algo que genera un estrés creciente en el Kyle de la película y que le hace imposible llevar una vida normal cuando vuelve a casa.

De descanso
El trabajo de Bradley Cooper es, esta vez sí, excepcional. No busca falsa emotividad ni heroísmo, se limita a ser ese cazador de ideas claras que encontramos si buscamos declaraciones del tipo al que interpreta. Su trabajo físico está a la altura del reto y, aunque no es mi favorito, este año entiendo su nominación por primera vez.

Que podamos buscar declaraciones o entrevistas del auténtico Chris Kyle, es una ventaja a la hora de entender esta película, pero también una nueva mecha para la polémica. El personaje se parece menos a la persona de lo que cabría esperar. Tiene remordimientos, sufre el temido TEPT y, si quiere volver a la acción, es para salvar más vidas de compañeros. Visto así, se puede entender esta cinta como otra muestra de los horrores de la guerra, obligando a hombres buenos a ponerse en peligro, hacer cosas atroces y arruinar su vida para siempre. El problema es que esta lección sólo la saco yo, porque soy muy bien pensado, y porque Eastwood ha difuminado la áspera realidad hasta hacerla una ficción asumible.

No te oigo cari, que hay jaleo
En su libro y múltiples apariciones en los medios, descubrimos que este héroe moderno no tiene ningún reparo moral con su trabajo, duerme bien por las noches y si quería volver al conflicto era para matar más. Tampoco existió el diabólico torturador que sirve como contrapunto malvado, ni se forjó ese antagonismo con una francotirador rival, el cual tampoco fue eliminado por el protagonista. Todo esto es la magia del cine que ayuda a que el cuento entre un poco mejor porque, de otro modo, se atragantaría irremediablemente.

En definitiva, una interesante muestra del cine bélico actual, de buena factura pero sin nada imprescindible o que deba quedar en la historia del género. Una cinta que polariza los bandos y ensalza a su héroe pero sin terminar de hacer el ridículo, ideal para que los más radicales de ambos lados se tiren los trastos a la cabeza y sí lo hagan.

En el curro
Aquí el trailer. Yo, puestos a fantasear con los genios de la puntería, me sigo quedado con Enemigo a las puertas. Un 7.

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