Un cartel muy regular |
La trama nos presenta a un profesor de música que,
coincidiendo con su merecida jubilación, descubre que su pasado es diferente
de lo que pensaba. Fue adoptado y sus padres biológicos fueron asesinados en un
campo de concentración para judíos y gitanos de Belgrado. Junto con la información
recibe una vieja caja donde encontrará una foto, una carta y una partitura que
deberá completar para saldar esa cuenta pendiente.
Si la película decidiese centrarse antes en el tema del
concierto conmemorativo y la canción heredada, todo sería mucho más
interesante. En vez de eso, el protagonista visita a familiares y amigos
durante tres cuartos de hora interminables. La tragedia de los campos se
muestra en un par de escenas oníricas que no terminan de funcionar y que
culminan en un cierre que también es mejor olvidar.
Aun con esto, el último tercio, el dedicado al esfuerzo de
un hombre por entender sus orígenes mediante la música, es mucho más interesante.
Cuando los gitanos entran en escena todo funciona así como la recolección de colegas
para el evento. El problema es lo poco que ocupa en el metraje total este
apartado.
El orgullo de Kusturica |
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