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El diseño del cartel convence más que el guión |
Como pasó con Barbara y La Vida de los Otros, esta película
incluye referencia a la magnífica El Secreto de sus Ojos en el cartel y eso
hace imposible no comparar y, por lo tanto, criticar de manera negativa.
La trama nos presenta a un profesor de derecho que se topa a
la vez con un brutal asesinato y un tenebroso alumno. No tarda en unir las
piezas y comienza una lucha por demostrar la culpabilidad del joven mientras
este parece disfrutar del juego.
Ricardo Darín es sublime. El director, Hernán Goldfrid,
decide de un modo acertado seguir a su protagonista durante todo el metraje y
conseguir así peso argumental gracias a la fuerza del actor. Lo malo es que todo
héroe debe disfrutar de un buen oponente para lucirse y Alberto Ammann
no es nada de eso. El extraño acento del intérprete con orígenes argentinos en
películas españolas, se convierte aquí en un imposible acento español. Ammann
hace una actuación tan mediocre y pronuncia tan raro que en varias secuencias
estoy seguro de que lo que se oía era un redoblaje intentando solucionar algo
peor y no consiguiéndolo.
Calu Rivero es la chica de la historia. Disimula al
principio cuando su personaje está compungido y cansado por los acontecimientos
pero, cuando se recupera, demuestra las mismas aptitudes para la interpretación
que Ammann, ninguna.
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Y así es como conseguí mis acentos raros |
El realizador y el director de fotografía se pasan la
película haciendo referencias a Hitchcock y De Palma, algo que entretiene
bastante la verdad. El argumento podría ser interesante pero como el guión no
lo demuestra, consigue mantener atento al espectador por la simple premisa de
encontrar a un asesino y el magnetismo de Darín. A parte de eso, no hay nada más
que haga disfrutable este producto más cerca de una tv movie que de motivo de
orgullo para los productores de El Secreto de sus Ojos.
Lo de no resolver nada al final se viene repitiendo durante
toda la película con misterios que no llegan a ninguna parte. Se hacen
referencias constantes a un antiguo caso del que nunca sabremos nada, la tesis del título se difumina hasta casi desaparecer, las
pruebas irrefutables del protagonista resultan tan fáciles de desmoronar que no entiendo cómo no se ha dado cuenta antes y el malo,
en fin, Ammann casi se carga Celda 211 y ahora vuelve a su patria para
demostrar que allí, tampoco.
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