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De parranda |
La trama nos demuestra que los protas de Hotel Transilvania tuvieron un final feliz y ahora un niño inquieto. El abuelo, Drácula, está algo intranquilo por si los genes humanos del padre han salido más fuertes que los de la madre vampira y el pequeñajo no es un buen chupasangre.
La excusa argumental es más endeble y menos original, pero gana en gags y en la construcción y diseño de sus personajes. Esta vez se ha seleccionado claramente a un grupo protagonista y los nuevos monstruos, como el viejo Vlad, son diseños acertados. Sigo sin tragar a este Frankenstein y no, la voz de Mario Vaquerizo no ayuda.
Más divertida, rápida y funcional, consigue incluso en un momento dado, con cierta lobita de protagonista, que la sala entera ría en uno de esos instantes mágicos de conexión con el público.
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Cuando al abuelo le da por algo... |
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