20/11/15

Mistress America

Mistress America, los modernos, ¡qué desparrame!

Mira qué monas
Mi antipatía hacia Noah Baumbach es algo tan personal, y puede que infundada, como mi adoración por su amigo Wes Anderson. No ha hecho nada que me desagrade en exceso, pero el altar en el que le han colocado los expertos escapa a mi, seguramente falta de cultura, capacidad crítica. No soporto su mundo snob, pretendidamente similar y por lo tanto inferior a Woody Allen y a todo lo que entendemos como un neoyorkino perfecto. No termino de aguantar esa ironía con la que se ríe de lo que compone su mundo urbanita, culto y perfecto. Las mismas marionetas han servido al mismo tiempo como telón de fondo y personajes en todas sus películas y Mistress America no es una excepción, salvo por un pequeño detalle: ahora me ha gustado un poco. No entiendo qué pasa.

No quiero engañar a nadie, sigo escéptico ante sus propuestas y me costó un buen rato entrar al juego. La presentación de la trama, con una estudiante recién llegada a la Gran Manzana que hace de su falta de adaptación su adaptación perfecta, me puso tan alerta como de costumbre. Cuando conoce a su compañera de reparto, encarnación de la ya-no-tan-joven que ha hecho de las calles de la capital del mundo partes de su cuerpo, me hizo sacar el escudo. Después de dejé llevar, como hipnotizado por la frescura de Lola Kirke y la fuerza de Greta Gerwig, y cuando llegué a la mitad del segundo acto me descubrí a mí mismo disfrutando de una screwball alocada, rápida y divertida.

Tiene trampa, no toda la cinta es así y efectivamente hay mucho del Baumbach que nunca pude comprender. Pero lo cierto es que cuando los diálogos aceleran, la comedia asoma la cabeza y los personajes, por fin, encajan con mi idea de algo interesante y gracioso. Gracias a esto, consigue en una escena de unos veinte minutos en un sólo escenario todo lo que pensé que nunca podría encontrar en este director. Esto sí es una cámara persiguiendo a Allen mientras dispara gloria, ahora sí hay chicha, esto sí merece la pena de una vez por todas.

Me ha costado unos cuantos títulos poder coger una copa y reírme alegremente con la conversación de un cultureta, con una escultura que ninguno terminamos de entender a nuestro lado pero disfrutando de las supuestas intenciones del artista. Aunque él nunca adivine que he llegado aquí por las indicaciones de Mariano Ozores y no las de Preston Sturges, puedo parlotear sin miedo a ser descubierto. Hahaha, caramba qué risa.

El escenario
Aquí el trailer. De aquí sale una mejor obra de teatro, aviso. Un 7.

No hay comentarios:

Publicar un comentario