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El photoshop se carga el parecido |
Pero ahí estaba, llegando cabizbajo, animado sólo por ver algún destello en la interpretación de Scott Eastwood que me recordase a su padre en Los puentes de Madison. Antes de entrar nos regalaron un sombrero de paja, un obsequio con el que nos iban pidiendo perdón por lo que tocaba. Al menos fue gracioso ver salir del ascensor de un edificio empresarial a un grupo de críticos que parecían ir un domingo al campo.
La trama nos presenta a una joven estrella del rodeo que vive un momento complicado debido a una lesión. Conoce a una estudiante de arte que se mudará en poco tiempo a Nueva York y se enamoran. Sus mundos son muy diferentes pero el verdadero problema es la inminente separación. Conocen a un viejales que les va contando su vida en los flashback más corta rollos que recuerdo, con una ambientación digna de El tiempo entre costuras. Al final deciden dejarlo todo y les toca la torería más veces que a Fabra.
Scott Eastwood recuerda efectivamente a Clint, aunque de momento sólo en el físico. No lo hace mal, pero es imposible hacer otra cosa con un papel como este. De hecho el cámara debía estar tan absorto con el parecido como yo, porque la mitad de la peli son primeros planos laterales, forzando el parecido hasta la angustia. Britt Robertson hace lo que toca pero, como no recuerda a nadie, no interesa tanto. Alan Alda está muy viejo y Oona Chaplin intenta sacar algo de provecho de su horrible trama y no consigue ni que Jack Huston despierte.
Tras más de dos horas de panfleto sensiblero, nos dejaron salir, sombrerete en ristre, y volví a mi casa pensando que otra vez, el malvado Sparks, se saldrá con la suya y recaudará lo que nunca mereció.
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Pero aquí está, Clint hace 50 años |
Ella me encanta y él es como el bebé que tuvo Clint con Ken después de que se divorciase de Barbie. Pero como Ryan y Rachel nadie.
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