28/5/15

Nocturna 2015, día 3: la niña con poderes, el asesino enrevesado y el doctor loker

Tercera ronda de cine sin escrúpulos, moral o reparos en llegar a donde más duele y, una vez allí, retorcerse hasta sacar lo peor de ti. Para bien y para mal. Pura carnaza.

Welles no me dejó ver a Freddy
La jornada comenzó con un jaleo importante, tanto que por ir a la hora justa del encuentro con Robert Englund, acostumbrado a llegar con calma y aguantar de pie pero en primera fila, me quedé con las ganas. El aforo se llenó para ver al rey de las pesadillas y, pese a que permanecí inmóvil tras el cordón de terciopelo la hora y media de entrevista más firmas, no hubo suerte. Puede que me lo mereciese por no elegir ayer su película, quién sabe. Me fui cabizbajo por no poder disfrutar de su compañía, con los de seguridad diciendo a los que estaban en mi situación que, si tantas ganas tenían, se fuesen a El hormiguero donde iría de invitado por la noche. Yo a tanto no llego, que una cosa es el terror en el cine y otra Pablo Motos en carne y hueso. Llamadme gallina.

Llegó la hora de la siesta peli de las cinco, June, producción americana donde el debutante L. Gustavo Cooper intenta, y no es casual ese término, contar un relato sobre una niña unida a una especie de entidad sobrenatural llamada Aer. Tras pasar por múltiples casas de acogida de donde la cosa sale regular, llega a una buena familia que hará lo posible por adaptarse a la extraña chiquilla. Que si habla con voces guturales, que si para la lluvia, mueve la cubertería con la mente, te pinta muerto y esas cosas que la joven June tiene pero hay que quererla como es. La presentación es prometedora pero, una vez que avanza la trama, vas descubriendo que de ahí no va a salir nada y, efectivamente, tienes razón. Telefilm aderezado con género que no termina de funcionar y cuyo mayor momento de gloria fue cuando aplaudimos al inicio el nombre de Casper Van Dien, más Van Dien que nunca.

Tras la niña escogida por las fuerzas de la naturaleza, tocaba un thriller supuestamente cachondo. Kill Me Three Times es una obra australiana dirigida por Kriv Stenders y con la presencia de Simon Pegg como principal activo vendentradas. Hay que reconocer que muchos ya teníamos la sensación de lo que iba a ocurrir y, los de la escuela Tertsch, hasta imaginaban frases para ir creando la reseña y adelantar curro. Con su actor más famoso desperdiciado, el título cuenta a trompicones una historia de enredos con asesinos a sueldo, robos, extorsión, cuernos, venganzas y demás locuras que unen a una decena de personajes en un día muy a tope. El supuesto montaje deshilachado parece estar hecho al azar por si cuela, y no lo hace. Falto de ritmo, con una banda sonora surfer muy de segunda que termina agotando, sólo gana un poco en su clímax final cuando no le queda otro remedio que enseñar algo de garra. No está bien ni está mal, está bienymal, hace que el cine de enredos de los Coen sea aun mejor viendo lo complejo que es rodarlo y montarlo cómo lo consiguen ellos. El pobre Pegg sigue buscando el proyecto perfecto en solitario y no, no lo encuentra.

Y llegó el momento de enmendar una cuenta pendiente. Mientras en la sala 1 se preparaban para la que sería la mejor peli del día, y puede que del festival, yo entraba en la 2 para otra de la sección Madness con la misma confianza con la que asistiría a un encierro. Dispuesto a ser arrastrado por algo desconocido, me topé con un cartel de esta Fear Clinic por las escaleras y descubrí que Robert Englund saldría en ella. Sabía lo de su homenaje con Pesadilla en Elm Street y que proyectarían The Last Showing, una de sus últimas pelis, pero ni idea de que había una tercera. Algo es algo, me dije a mí mismo, y me senté más animado, incluso puse los pies encima de la butaca de delante en plan boss, cosa que duró como dos segundos porque ni yo mismo sabía qué hacía así. En esas estaba cuando entró por la puerta Luis M. Rosales, el verdadero jefe, y me sorprendió que fuese a presentar esta cinta con la ausencia del ilustre invitado que debía estar a esa hora hablando con las hormigas. Me equivocaba porque, precedido por un ladrido que él mismo emitió para asustar a alguien del público, apareció Englund en persona, robando palomitas por el pasillo y sentándose en primera fila junto al guionista del film. Hubo presentación, discurso de los presentes e incluso invitación del carismático actor a que le buscásemos en bares de tapas para conseguir una foto. Eso sí, pidió que esta noche no le llamásemos Freddy si no Dr. Andover, su personaje en el título que íbamos a ver. Divertido, cercano, entregado y, encima, sigue haciendo promo, eso es a lo que nos referimos cuando hablamos de un verdadero profesional de gira. Aplaudiendo hasta las llagas, comenzó la citada Fear Clinic, curioso cuento de terror que huele más a serie que a cine en sí mismo. Trama de relato clásico donde un experto en el funcionamiento del cerebro inventa una máquina para extraer los miedos que, claro, termina funcionando fatal y obliga a sus pacientes a pasar unos malos ratos que pa' qué. Con un monstruo final molón y Corey Taylor con bigote haciendo el gamba, entraría mejor en un Masters of Horror que en una pantalla grande ticket mediante.

Pero sí, lo gordo estaba pasando al lado. La que vino presentada como la cinta a la que más ganas tenía todo el mundo, no defraudó. El hype no hizo de las suyas y a la salida de la maravillosa It Follows todo eran flores en las redes. Es una de esas obras que sabes importantes en cuanto las ves y, como tal, merece una entrada única que ya llegará. En este aperitivo festivalero, apuntar que es americana, dirigida por el ya perseguido David Robert Mitchell y con Maika Monroe como protagonista de una historia imposible e inolvidable. La trama presenta un suceso tan aterrador como simple: algo te sigue, despacio pero imparable, hasta matarte. Viene bajo la forma de cualquiera, puedes verlo como un desconocido y al momento que tenga el aspecto de tu madre, pero el caso es que viene andando a por ti y sólo tú puedes verlo. Si haces el amor con alguien le pasas el marrón pero, si eso mata a su presa, irá a por la anterior y así sucesivamente. La chica protagonista se ha acostado con un chaval que, tras atarla en una silla, le ha explicado lo que ocurre y recomienda, antes de salir por patas, que se acueste con quien sea y pase la bola. Tras esto, hora y media de fotografía maravillosa donde el terror avanza inclemente, la ambientación nos pierde en una época extraña y los personajes brillan por su propia verdad. La cámara impide que nadie respire con calma, siendo el mosntruo sin serlo y permitiendo al público vivir este relato de terror puro y precioso. El espectador, enamorado, no podrá dejar de pensar en lo que ha ocurrido aquí en mucho tiempo. Con un poco de suerte, crea escuela y remonta el cine de género actual haciendo que vivamos una nueva ola de buenos títulos como aquella tan recordada de los setenta. Y sí, Mitchell es ahora mismo mi primer candidato para hacer una buena adaptación de Black Hole.

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