25/9/15

San Sebastián 2015, día 7: las películas

Séptimo día de butacas a oscuras. Ya se ve la luz al final del pasillo, la puerta se está entreabriendo pero, hasta que lleguen los créditos, aun nos queda un ratito.

Les chevaliers blancs es una producción belga dirigida por Joachim Lafosse que muestra lo complejo que es realizar una buena acción en una zona de conflicto. Basado en hechos reales, muestra cómo los integrantes de una ONG se juegan la vida en una misión más arriesgada de lo normal. El plan es llevarse a 300 niños huérfanos de Chad hasta Francia, donde ya esperan familias de acogida. El conflicto en la zona, los cruces con jefes locales e incluso los ejércitos occidentales desplegados por la zona, harán que cada paso sea más peligroso que el anterior y obligarán a los voluntarios a replantearse su integridad y compromiso. El tema es tan duro y necesario que no se puede decir que la cinta no sea interesante, pero lo cierto es que Lafosse plantea todo con una planicie televisiva que impide a la tramar levantar el vuelo en ningún momento. Como un duro reportaje preparado, el espectador se temerá lo peor desde el principio y, cuando va sucediendo, ya todo da igual.

Son of Saul (Saul fia) era uno de los títulos potentes, aunque sólo sea por los galardones que obtuvo en Cannes, Gran Premio del Jurado incluido. Dirigida por el primerizo László Nemes, supone un nuevo y original acercamiento al horror de los campos de concentración. La trama nos presenta a Saul, uno de los presos de Auschwitz que se ve forzado a trabajar quemando cuerpos y recogiendo ropas. Su insoportable día a día cambia cuando decide buscar un rabino para celebrar un funeral como Dios manda. Nemes pega la cámara al protagonista durante todo el metraje y, gracias a esto, la experiencia es tan potente como agotadora. El montaje y la fotografía son perfectos, cuidando cada detalle para dar esa sensación de inmersión que tan difícil resulta con la tercera persona. A ratos casi podría parecer una misión de infiltración del último Wolfenstein y, aunque no manejemos al personaje, la identificación termina siendo plena y dolorosa. Realista, dura y potente, Son of Saul nos lleva justo a donde no querríamos estar y obliga a pasar un horrible buen rato.

Un día perfecto para volar (Un dia perfecte per volar) es una cinta sencilla que, más allá de la curiosidad, poco tiene que ofrecer. Rodada por Marc Recha, ofrece un apacible día en el campo con Sergi López y el pequeño Roc Recha. Juntos hablarán de todo un poco, dependiendo de los temas que el niño tenga a bien ir sacando y virando aquí y allá como lo hace cualquier conversación. La naturalidad que consigue el director de sus dos protagonistas es total, lo cierto es que resulta hasta placentero pasar el rato con ellos y dejarse llevar por el cuento del gigante, la araña y el conill vermell de les orelles vermelles. Como la cosa no se alarga demasiado y el giro final tiene el mismo tempo y elegancia que el resto de la cinta, el resultado es un regalo pequeño bien envuelto para quien quiera disfrutar de algo así.

No estamos solos es una recopilación de testimonios de diferentes activistas que se han visto especialmente animados desde el surgimiento del 15M. Sin demasiado orden ni concierto, Pere Joan Ventura nos enseña asociaciones de mujeres feministas, agrupaciones de música protesta, iaioflautas y demás organizaciones dispuestas a cambiar lo que está mal. El problema no es que no muestre otros puntos de vista, entiendo que esto no iba por ahí, si no que se queda en el cartel, en los preparativos para diferentes manifestaciones y nada más. Todo lo que ha salido de estas reuniones, al menos en cuanto a material audiovisual, suele estar muy cuidado y tiene un potente mensaje, se esté conforme o no con el mismo, por eso sorprende el naderío de este reportaje deslavazado. Claro que compite contra grandes productos, cualquier Salvados se merienda esto, pero podría ofrecer algo nuevo o, al menos, más preparado. Lo mejor, eso sí, la cena de señoras ideando El tren de la libertad.

El clan es el éxito argentino de este año y, como viene siendo habitual, merecido. Pablo Trapero dirige esta cinta en la que se toca un tema incómodo, los secuestros y rescates que se vivían en la época más oscura de la historia reciente de su país. Con los Puccio como protagonistas, auténticas celebridades del terror, Trapero logra una historia donde se pone de manifiesto la deshumanización que la codicia y el poder desatado llevan consigo. Con una maravillosa interpretación de Guillermo Francella, es adictivo ir conociendo los pormenores de esta familia desde dentro, siendo testigos de los conflictos internos del clan y del arribismo político que permitía aquellas macabras jugarretas. Comparada incluso con Scorsese, el éxito de la película se debe en gran parte a cuatro set pieces especialmente acertadas donde la música ayuda a que el total parezca aun mejor de lo que es.

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