5/10/15

San Sebastián 2015: el epílogo de lo otro

Ha pasado una semana desde mi regreso al hogar, al de verdad, al de cama simple y habitación para uno. Desde entonces me ha dado tiempo a recapacitar sobre la vida, a olvidarme de todo lo visto durante el Festival e incluso a deshacer la maleta.

Kursaal in the night
Podría decir que el motivo por el que este epílogo llega con siete días de diferencia es por aportar perspectiva al texto, para acumular vivencias, ordenarlas mejor y ofrecer un post de calidad. Lo cierto es que lo escribí el sábado en el tren de vuelta, usando directamente el procesador de blogger. Cuando terminé, minimicé y me puse 1997: Rescate en Nueva York para recuperar fuerzas con Kurt Russell. Tras disfrutar de Snake Plissken en toda su gloria, maté el tiempo jugando al Super Meat Boy hasta que se me acabó la batería. Justo cuando se apagó el portátil me di cuenta de que lo escrito, sin conexión a internet y con la máquina muerta, desaparecería para siempre como lágrimas en la lluvia. La pena y pereza hicieron el resto y aquí estoy, lunes lluvioso de octubre, con la maleta de Sitges mirándome, y yo repasando mis vivencias en el fenecido #63SSIFF.

Si no hubiese pasado nada reseñable, daría por terminada la cobertura. Con el palmarés ya me despedí oficialmente y esto de lo otro no es si no un capricho personal donde expongo mi mala fortuna. Lo que pasa es que hay una anécdota que no puedo dejar en el tintero. No es nada sobre Kati y su apacible y desocupado vástago, aunque ocurrieron más cosas que me temo que sólo me sacaréis en persona, cervecita en mano. Lo que cuento a continuación es más primigenio, primordial, constituyente incluso. Una aventura que ya apunté en el último capítulo y es que, sí, volví. Bienvenidos a:

Regreso al Atalaya/Olga/Olga's Palace

Último día de Festival, última sesión y veinte minutos de tiempo libre. Los astros se alinearon y me armé de valor para explorar la génesis de todo. Para los despistados, este lugar mítico al que hago referencia fue mi morada durante la pasada edición del Zinemaldia y foco oficial de mis penurias donostiarras.

El jaleo
Situado cerca de la playa surfista, a escasos minutos del Kursaal, estaba aquel piso repleto de literas y foráneos donde conocí a un dragón, a varios borrachos e incluso al mismísimo Yisus. Según me acercaba, me envolvían los recuerdos de noches intrigantes, mañanas sorprendentes y tardes ausentes. Las calles habían cambiado poco, después de todo, sólo ha pasado un año, pero cuando torcí la última esquina que me separaba de la visual del mítico edificio, noté algo muy diferente, no recordaba que bajo el balcón del que fuese mi dormitorio hubiese unas doscientas personas.

La sorpresa fue total y legítima, un botellón tochísimo se celebraba justo bajo el Atalaya/Olga/Olga's Palace. La multitud se agolpaba en mitad de una calle poco transitada, pero transitada al fin y al cabo. El jaleo era un rugido que implicaría a varias manzanas y que estaría haciendo complicada la vida de todo aquel que tuviese sueño ligero. El momento álgido llegó con una elevación del volumen de la masa que, de este modo, indicó que un coche iba a intentar atravesar la carretera que habían ocupado los jóvenes bebientes.

Da palace, mi Narnia personal
Yo acababa de llegar, aun estaba intentando asimilar la imagen en sí misma cuando, como si se tratase de la presentación de un nuevo escenario en una película, aquel coche, un esforzado taxi, atravesó poco a poco el tumulto entre gritos recibiendo, como coronación a su gesta, un botellazo en el maletero en el momento justo en el que parecía haber superado todos los obstáculos. Aquel golpe, ese sonido de cristales explotando en la chapa de un vehículo, unido al acelerón posterior y la celebración de los parroquianos callejeros, me transportó a desiertos polvorientos, ataviado con una chaleco de prensa y deseando que ningún texano confundiese mi teleobjetivo con un lanzacohetes. Como lo que tenía en mis manos era un móvil con varios años de experiencia y el ambiente de la costa del Cantábrico es más húmedo que Oriente Medio, desperté de mi ensoñación y sonreí pensando en haber vivido para contar el triunfal regreso.

Agur, 2015 edition
El resto es historia, regreso a la meseta, hambre en el tren, el desastre de la entrada perdida y poco más. Lo importante es que sepáis que las raíces de lo otro siguen intactas, que el año que viene, como la situación es la que es, viviremos otras aventuras en un nuevo Atalaya/Olga/Olga's Palace, Hospedaje Kati y donde Booking decida que es más barato dormir. De momento, os emplazo dentro de una semana a acompañarme a Sitges. Ya sabéis que allí paso de dormir mal cinco horas diarias a hacerlo tres. La sección se me puede ir de las manos. Otra vez.

1 comentario:

  1. Gracias por arriesgar tu vida en las sombras para que otros podamos vivir en la luz.

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