19/10/15

Sitges 2015, día 7: las películas

Y van siete. Cada vez es más complicado no sucumbir a la cabezada traicionera, subre todo cuando lo proyectado no acompaña. La falta de sueño se va acumulando y el cacao mental de las decenas de películas complican estos repasos. Me gusta empezar estas entradas llorando un poco para disimular lo bien que me lo paso. Vámonos.

Parasyte: Part 1 (Kiseijû: Part 1) es un nuevo live action que adapta un manga de éxito en Japón. Dirigida por Takashi Yamazaki, comienza con la invasión silenciosa de unos parásitos que atacan al cerebro de los seres humanos y se hospedan en el cuerpo, controlandolo y disimulando ante los demás. Uno de estos bichejos no consigue llegar a la cabeza y echa raíces en el brazo de su anfitrión. Desde ese momento ambos deberán convivir y decidir si tomar partido por un bando o por otro. Una clara mezcla entre clásicos como La invasión de los ladrones de cuerpos que poco a poco se transforma en The Faculty. Curiosa y extraña como sólo los japoneses saben, la gracia de la peli consiste en su uso del CGI para reproducir el brazo del protagonista, morritos incluidos. Uno curiosidad agradable que demuestra que los asiáticos se han adueñado definitivamente de la weird science fiction. Si encajo horarios, en dos días veré la conclusión de todo esto.

Lace Crater es una de esas cintas pequeñas de las que no esperas mucho y pueden darle la vuelta a tu top en un festival. En esta ocasión, no ha sido así ni de lejos. Escrita y dirigida por Harrison AtkinsLace Crater parte de una buena idea que se desinfla al no saber qué hacer con ella. Una chica descubre que comparte habitación con un fantasma y termina teniendo relaciones sexuales con él. A partir de ese momento, se pondrá pachucha y sudará mucho por la noche. Y ya está, no llegamos a ningún punto interesante tras la primera media hora y los cincuenta minutos restantes fueron una lucha infructuosa contra el sueño. Cada vez que me recolocaba en la butaca, descubría que seguíamos en el mismo punto, con la joven protagonista enfundada en una colcha y el fantasma en un saco, mirándose y dejando que los minutos corriesen para que cuente como película y no como corto, que es lo que siempre debió ser esta idea.

Macbeth fue el siguiente título y todo indicaba que sería imposible negarse a la obviedad de cerrar los ojos de una vez en las cómodas butacas de Auditori. De nuevo me equivocaba. Y es que esta nueva versión del texto de Shakespeare a manos de Justin Kurzel es plomiza, cierto, pero lo es porque funciona como una bala de cañón directa al pecho. Poderosa, estoica, gigante, la fotografía y la música consiguen una atmósfera espesa de la que Michael Fassbender se apropia con desprecio hacia el resto de los humanos. Su poderío sobresale de la pantalla junto con la neblina naranja, el barro cubre el suelo y la sangre salpica a los espectadores mientras los diálogos del inglés se vuelven más duros que nunca. Una joya audiovisual de las que puede matar si resulta indigesta, pero que, de ser bien deglutida, puede alimentar una mente durante semanas. Mis cinco punto del premio del público se fueron con ella, sé que en vano porque la mitad de la sala planchó oreja, pero a mi me despertó a lo grande. Menos mal que no se me aparecieron las Fatídicas, si no hubiese pasado por acero a los que andaban roncando ante semejante maravilla.

The Dead Room es de las pelis que habría que mimar en este Festival y no arrinconar en una maratón a media noche, que también se disfruta, pero por menos público. Dirigida por Jason Stutter, presenta una historia sencilla, eficaz y tremendamente entretenida. Una casa abandonada por sus dueños, que huyeron en mitad de una cena no pudiendo más, es investigada por tres peritos de lo paranormal. EL científico descreído, el ansioso por creer y la joven con sensibilidades especiales pasarán unos días allí esperando grabar alguna prueba tangible de sucesos inexplicables. Poco a poco la cosa se anima hasta que el despiporre paranormal pone todo patas arriba. Con un final climático que patina en el último segundo, el resto de la cinta es un buen ejemplo de casa encantada moderna y un producto recomendable para todos los que vienen a Sitges buscando cintas de terror para su catálogo.



Some Kind of Hate cerraba la dupla de madrugada sin conseguir las mismas sensaciones positivas que su predecesora. La cinta de Adam Egypt Mortimer, ojo con sus apellidos molones, cuenta la historia de un chico que es enviado a un reformatorio por zurrar a un macarra que le hacía bullying. Por alguna extraña razón, el centro al que va es un campamento de verano en el que no se distingue a profesores de alumnos, que parecen ser tres o cuatro. Unos compañeros que le curran allí, o monitores, que de verdad que no queda claro, empiezan a morir cuando el fantasma de Myrtle la llorona se enamora del nuevo interno y se lía a leches. Una tontuna con algún momento interesante pero sin verdadera enjundia y con un actor protagonista con las capacidades interpretativas de un zapato.

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