Erasmus |
Abalada en Alemania con todos los premios importantes de su cine, incluido el de mejor actriz protagonista para la española Laia Costa, entiendo que las expectativas estuviesen por las nubes. Al llegar aquí, las reseñas bajaron el nivel, centrándose en la excusa del plano secuencia para ocultar un vacío total de contenido. La mezcla de un lado y otro me dejó a cero, el mejor modo de entrar en una sala de cine. Gracias al segundo grupo, el de desilusionados, pude disfrutar de esta experiencia como merece.
La cámara sigue a una española durante las últimas dos horas y media de una agitada noche en Berlín. Saliendo de un garito, conoce a unos etílicos viandantes que, por unas cosas u otras, le caen en gracia. Termina viviendo con ellos una experiencia que irá transformando la cinta de drama intimista a thriller trepidante y vuelta a empezar.
El momentazo |
La machada técnica de Sturla Brandth Grøvlen, director de fotografía de esta locura, no funcionaría de no contar con un ritmo adecuado. Tarda en arrancar, poco a poco nos mete en situación presentando a la protagonista, dejando espacio para que juegue por el intrincado recorrido. Si de aquí se hubiese recortado un poco, llegando antes al momento del piano, puede que se hubiese perdido aun más en la credibilidad del relato, pero ganaríamos en tempo, al menos para los que han salido echando pestes. A partir de esa escena no vuelvo a encontrar nada que rechine hasta el final, algo retorcido y, de nuevo, complicado de creer.
Pero son dos detalles, un tijeretazo aquí y allá, que no destacan demasiado entre los aciertos de este proyecto rodado tres veces hasta conseguir la toma buena. Dicen que sólo se ha editado alguna frase, al director gritando cuando la prota se pierde con el coche y poco más. Es difícil pensar que si grabaron en tres ocasiones no se aproveche algún paneo rápido para cambiar a otra toma que esté mejor a partir de ese punto, pero no estoy aquí para romper la magia.
Unas birruelis |
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