28/9/15

San Sebastián 2015, día 8: las películas

Octavo día de encierro en el cine y, aunque queda otra jornada con gala y proyecciones, este es realmente el fin del empacho de títulos. La sensación de despedida aumenta según avanzan las horas pero hay tanto tajo que no da tiempo a ponerse melancólico. Dejemos eso para la siguiente entrada.

Les démons es una producción canadiense escrita y dirigida por Philippe Lesage. Contiene todos los elementos necesarios para convertirse en un film de culto de festivales por todo el mundo: estética cuidada, atmósfera corrompida y atrayente, fotografía limpia y fría, banda sonora minimalista, temática oscura con niños volviéndose adultos a la fuerza y, claro, una falta de interés total por contar nada. Entiendo que guste mucho, yo mismo estaba absorto desde el principio al final, disfrutando de cada intriga, como la subida de una montaña rusa que entiendes que terminará en un descenso vertiginoso. El problema viene cuando vas descubriendo que no terminarás de bajar nunca, que esto va de subir, de preparar, de sugerir y vuelta a empezar. Que sí, que está muy bien indagar en el crecimiento de un adolescente a través de la violencia y el sexo, las raíces primigenias que parecen ser las únicas que nos mueven, pero no pasaría nada si en una peli de estas tan molonas nos cuentan algo de vez en cuando. It Follows lo hizo y nos gustó a todos.

Black Mass: Estrictamente criminal (Black Mass) es el típico título con estrella prota que tiene su premier en una cita como estas por si suena la flauta y viene alguien. Si no es así, al menos se hablará del estreno del nuevo título del famoso en cuestión y listo. Siendo justos, este thriller de gangsters de Scott Cooper funciona. Ambientada en el Boston de los 70 y 80, cuenta la historia real de uno de sus más eminentes delincuentes. Con un reparto de lujo y un ritmo acertado, la ambientación hace el resto para que los aficionados al cine de bajos fondos tengan en este título un imprescindible más que curioso. El único problema es la forzada caracterización de Johnny Depp que, seamos claros, no hacía falta. Es tan exagerado que no veo al personaje, si no a alguien muy disfrazado. Esto le hace un flaco favor no sólo a la película, si no al actor que realiza un trabajo decente tras mucho truño, pero que no se disfruta por culpa de la calva y las lentillas.

Mia madre cerraba la sección Perlas de un modo correcto y previsible, que no es algo tan malo visto lo visto. Lo digo porque todo en esta película es absolutamente Nanni Moretti. Todas las marcas del director están presentes y, si quedan huecos, se rellenan con otras manías del cine italiano. Insisto en que no es una crítica, se sigue disfrutando del cine dentro del cine, los detalles autobiográficos y los pasajes de ensoñaciones diurnas. La trama nos presenta a una realizadora que debe compaginar un duro rodaje, estrella norteamericana incluida, con la inminente muerte de su madre. Margherita Buy hace un trabajo exquisito que gana enteros cuando comparte plano con un desatado John Turturro, acicate del argumento y estímulo para los que prefieran algo más de comedia que de drama. Moretti mide correctamente los niveles y, quieras profundidad o entretenimiento, podrás salir satisfecho.

London Road fue la elegida para clausurar el festival de manera oficial, y de qué manera. Explicado del modo más escueto posible, London Road es un musical basado en un suceso real que utiliza como letras de sus canciones las declaraciones literales de los vecinos de un barrio donde en 2006 asesinaron a cinco prostitutas. Parece una mala idea, y lo es, por todos los motivos. Primero porque no se ha musicalizado bien nada de lo cantado, simplemente se repiten las palabras nerviosas que alguien pronunció en diez segundos delante de un micrófono durante tres minutos por tema. Una y otra vez, hasta que el público se sabe de memoria la maldita frase pero es incapaz de cantarla porque las canciones varían y no hay por donde cogerlas. Por otro lado, el tema es muy trágico y podría funcionar como humor negro, pero los acontecimientos son tan recientes, sólo nueve años, que no sé hasta qué punto está bien que cantemos las palabras vacías de los vecinos de esas pobres. Para terminar, la falta total de acontecimientos hace que, aun siendo capaz de jugar a la acidez y si hubiesen hecho buenas canciones, la cinta seguiría vacía porque, cuando llegan los reporteros a una zona ya ha ocurrido lo reseñable, no hay nada de interés en los vecinos sorprendidos y la realización de un juicio puertas afuera. Es una idea pésima mal llevada a cabo, el musical que los que odian el género dicen que son los musicales. En definitiva, London Road hace que Tokyo Tribe de el amigo Sono parezca Los miserables.

Psiconautas fue la última proyección del Principal este, casi, último día. Sin hacer ruido, sin avisar, con poco público tras muchos días de películas y con bares de pintxos en la puerta, descubrí una de las mejores películas de la semana. Dirigida por Pedro Rivero y Alberto Vázquez, está basada en una novela gráfica del segundo, responsable además del magnífico corto Sangre de unicornio con el que tiene también muchas cosas en común. Esta, como ocurrió con O Apóstolo, es la cinta de animación con la que podemos defender el buen nivel del género en nuestro país, que la afirmación es correcta pero luego se ejemplifica con alguna mediocridad como Las aventuras de Tadeo Jones. La trama nos sitúa en una isla arrasada por un desastre industrial donde sus habitantes hacen lo que pueden por sobrevivir. Mientras tanto, en las copas de los árboles vigila Birdboy, un pobre niño pájaro que mantiene preso su diablo interior gracias al consumo de drogas de la felicidad que consigue de contrabando. Una cinta oscura y ácida que contiene momentos de luz de los que te ponen la piel de gallina. Imaginación y buen gusto mezclados con esa mala leche que se echa en falta cuando un estudio con pretensiones se pone detrás de un proyecto. Una maravilla que huele a Gorey, a Burton y a Gilliam. Una mezcla perfecta entre el mensaje natural de Ghibli, el mundo de Hora de aventuras y la mordiente de Happy Tree Friends.

Heavy Water llenó el K2 a las 24:00 de surfistas ansiosos por empaparse también de noche. El documental sigue las andanzas de unos locos por las olas descomunales, a las que no sin acierto llaman himalayas, y que hacen remar hacia la costa a los más sensatos. El director, Michael Oblowitz, presentó la cinta hasta arriba de txakoli mientras el público, entregado incluso antes de apagar las luces, vitoreaba cada exabrupto del realizador. Una vez empezada la proyección, me descubrí bastante fuera de lugar la primera media hora, una sucesión de nombre y relaciones de míticos del surf que volvían a ser aclamados por el respetable pero que, para un servidor, eran gente morena hablando sin mucha gracia de la hermandad y amor que los une. Luego la cosa se anima y, lamentablemente para los protagonistas, el documental cobra sentido cuando los sucesos se vuelven más ocuros. No es un video de muestra de una compañía de bebidas, es un reportaje sobre un grupo de locos que contiene material gráfico increíble insertado entre sus declaraciones. Esto no es ni mejor ni peor, aviso para los que están ya muy acostumbrados a esas maravillas para los ojos, que este es un documental al uso, donde importa más lo de detrás de las cámaras que la imagen buena de la ola en sí.

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