7/3/15

12 Muestra Syfy: viernes

Tras el pase con honores de Chappie, de la que hablo con ganas aquí, llegó la primera verdadera jornada de la decimosegunda Muestra Syfy de Cine Fantástico. Un día marcado por fuertes altibajos que terminó con un giro final drástico, del cielo al infierno de una sesión a otra.

La cosa empezó bien con Housebound, producción neozelandesa escrita y dirigida por el debutante Gerard Johnstone. Comedia negra que es capaz de ofrecer momentos muy divertidos, alguna escena de terror interesante y, entre unas y otras, ratos de bajón en los que parece que se les ha olvidado que estaban grabando. Una pena porque es de esas cintas que están cerca de ser mucho mejor de lo que son y, por problemas tontos, se quedan con el bien. Cuenta cómo una chica que está cumpliendo un castigo que incluye arresto domiciliario, descubre que tiene un fantasma en casa. Ofrece el humor prometido y, de regalo, una historia más lograda de lo esperado. Una pena esos minutos intercalados en los que flaquea pero oye, que nos quiten lo asustado. No quiero hacer spoiler pero no me resisto, el malo parece Raúl Cimas pero al final es Juan Luis CanoTrailer.

Con la #MuestraSyfy ya calentita, llegó el momento de empezar a petar cabezas con un título de Shion Sono. Su última peli se llama Tokyo Tribe y es café para muy cafeteros, apta sólo para amantes del realizador o, incluso, sólo para él mismo. Dos horas de una especie de musical rapero por las calles de un Tokyo donde las bandas se odian y se matan. Se aguanta mejor la hilaridad que el hecho de que todos canten con el mismo flow que Rody Aragón. Me gusta que una linterna sea un proyector de hologramas, que un chaval abra una puerta haciendo break dance y el forzado erotismo asiático, pero el bajón que dan las canciones, el 80% de la peli, termina haciendo imposible disfrutar de la locura. Si ven estos del del Antonio de Mendoza y las Flos Mariae, se unirían a grabar el musical definitivo. Trailer.

Llegó el turno del momento triste, ese en el que te encantaría defender un producto pero no hay manera. Burying the Ex fue la película elegida como clausura en Sitges y la excusa para que el bueno de Joe Dante se pasase por allí. Y la verdad es que porque a todos nos cae muy bien, pero este nuevo trabajo del director de Matinee está más cerca de ser un telefilm para DisneyXD para Halloween que de lo que se espera de un tipo con su leyenda. Cuenta cómo la novia de un joven muere en un accidente justo antes de que él corte con ella por insoportable. El palo es muy duro pero poco a poco consigue rehacer su vida. Justo cuando encuentra otra chica que le haga caso, la anterior vuelve de la tumba obsesionada por seguir con su relación pese a ser un cadáver. El chiste se gasta muy pronto, casi al principio, casi en el cartel, y el ambiente limpio del Hollywood joven es tan prefabricado que duele. Anton Yelchin aguanta como puede, Ashley Greene defiende su papel y Alexandra Daddario constata una vez más que está ahí sólo por dos razones. Tontorrona, blanca y bastante insípida, si pillas esto por televisión no te hará daño pero si pagas por verlo en el cine ya es otra historia. Sorprende que un tipo como Dante, con sus referencias y conocimientos, se deje llevar de esta manera. En el fondo casi es un buen augurio, cuando alguien de su talla se vende así, es que está recopilando recursos para un proyecto personal e interesante. Esperemos a ver qué pasa. Trailer.

Y ahora sí, la cumbre del día y, por lo que parece, del fin de semana. Lo que hacemos en las sombras (What We Do in the Shadows), flamante ganadora del Gran Premio del Público en Sitges, arrasó también en Madrid. Comedia neozelandesa escrita, dirigida y protagonizada por Jemaine Clement y Taika Waititi, dato que alegrará la vida a los seguidores despistados de Los Conchords que se topen con este título. A modo de falso documental, claro, descubrimos la vida de cuatro vampiros que comparten piso. Un antiguo comerciante, un refinado dandi, un bárbaro del medievo y una criatura del averno se reparten las labores del hogar y discuten por quién friega los platos. Su día a día no es fácil, más que nada porque viven por la noche, y tareas tan simples como vestirse correctamente resultan imposibles cuando no te puedes mirar en un espejo. Ochenta y seis minutos delirantes donde casi no pierde fuerza. Es difícil mantener el ritmo de su increíble prólogo pero sólo se pasa por un par de valles, tampoco demasiado profundos. Un guión divertido e inteligente, aunque no muy ácido, defendido por unas interpretaciones a la altura. Risas y aplausos durante toda la proyección y aluvión de piropos en twitter, todos merecidos, que acercan a Lo que hacemos en las sombras a ser la recordada de esta edición. Trailer.

Para terminar, celebrando que estaba todo el mundo tan contento, llegó el precipicio. Hunger of the Dead (Hunger Z), un título que no está ni en Letterboxd, un despropósito japonés de 75 larguísimos minutos, un truño importante, una mierda indigesta. La trama nos presenta un mundo lleno de zombies hambrientos y un humano que llega a una casa donde hay un no muerto inteligente que controla a los que allí habitan. El trato es que los humanos que viven allí se apareen para tener hijos y comérselos, mientras tanto, son tratados como dioses por los anfitriones podridos. El plan no estaría mal si no fuese porque sólo hay dos mujeres, una producción de carne algo lenta parece. Todo en la película es horrible, no debería ni molestarme en escribir más. La serie Z es cutre y casposa por definición y por eso es divertida, ya sea debido a su calidad o al ingenio de sus autores. Aquí no, aquí todo duele. Qué lejos queda ahora esa Muestra donde las dos gamberradas fueron John muere al final y Dead Sushi, qué pena. Trailer.


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