Ojalá esta parte fuese más larga |
La trama nos cuenta cuatro relatos de personajes unidos
por leves excusas insustanciales. Un minero harto de la corrupción, un
inmigrante dispuesto a ir por el camino rápido, una recepcionista de una sauna
que aguanta lo indecible y un joven que recibe los primeros palos del mundo
laboral. Todos son llevados al límite y cada uno reacciona como puede.
Por separado funcionan mejor que en conjunto, más que nada
porque tenemos que ver hasta cuatro presentaciones y ascensos a la locura
que, si bien ocurren en ámbitos diferenciados, esquemáticamente responden al
mismo patrón. Con la historia del minero y la recepcionista hubiese tenido
suficiente si se intercalasen con algo más de enjundia y se profundizase en su escalada
de violencia, que dicho sea de paso, es tan intensa como breve.
Por otra parte, no se puede negar que el regusto pesimista y
veraz de Un Toque de Violencia es absolutamente magnético. Jia juega
constantemente a torturar a sus protagonistas y espectadores para luego ofrecernos
un caramelito, sea del sabor que sea. Porque no todos los corruptos se
suicidan, esto también es China.
Jaleo en la frontera con Francia |
No hay comentarios:
Publicar un comentario