20/2/13

Hoy he visto No, una sobre dictadores, publicistas y transiciones.

Gael colorista
El realizador Pablo Larraín ha conseguido con No la primera nominación para Chile en los Oscar como película extranjera. Ya de por sí es un logro, pero hacerlo con una película tan estéticamente complicada y sobre un tema tan propio hace que el mérito sea aun mayor.

La trama aborda el referéndum, o plebiscito, al que se vio sometido Pinochet en 1988. La presión internacional obligó al dictador a permitir una votación sobre su permanencia en el poder y a ceder quince minutos de televisión diarios a los defensores del “No”. El argumento nos cuenta como un reputado publicista asume la dirección de la polémica campaña y las dificultades que se encuentra por el camino.

Que no que no
Gael García Bernal está excepcional. La verdad es que no sorprende que el mexicano sea lo mejor de la película pero hasta aquí, donde todo funciona, consigue mantener ese magnetismo que acapara cada plano de un modo mágico.
Esta es la calidad de la imagen

Alfredo Castro es su compañero en la empresa de publicidad y su adversario en la consulta popular. El problema con este actor es el mismo que con casi el resto del elenco, los castellanoparlantes al este del Atlántico nos perdemos mucho por la pronunciación y diferentes usos del lenguaje. Aun así la película se puede ver sin problemas, no es para poner subtítulos como hicieron tontamente con la colombiana El Páramo.

La cinta tiene muchos puntos fuertes pero hay uno que llama la atención especialmente, más que nada porque parece un defecto al principio pero poco a poco me convenció como una elección acertada. Me refiero a la calidad de la imagen en sí, ya que está grabada íntegramente en video, con una suciedad puramente ochentera y en 4:3. La falta de atracción inicial se va transformando en un extraño realismo documental y la inserción de videos reales de la época refuerza esta sensación. Al pasar veinte minutos todo rechazo se ha evaporado.

Venga, supercachondeo
El otro gran acierto es el ritmo que Larraín ha conseguido insertar en esta historia que mezcla política y publicidad de un modo que el mismísimo Aaron Sorkin disfrutará con total seguridad. Las dudas de los publicistas y el miedo a ser descubiertos recuerda incluso a lo mejor de Argo, pero sin ese aire de epicidad y heroísmo irremediablemente yanqui.

En cuanto a la veracidad de lo narrado, no puedo hablar porque ese año estaba demasiado ocupado naciendo en otro continente y luego nunca he revisado la caída de Pinochet, pero parece que chilenos de toda ideología están más que conformes con lo que No representa.

En conclusión, una película imprescindible para amantes de la publicidad, dictadores que pretendan mejorar su imagen y cualquiera que quiera ver una buena historia bien contada e interpretada. Y repito, el choque visual termina siendo una ventaja.
Hay mucho momento Argo
Aquí el tráiler. Para los que quieran profundizar, esta película cierra una trilogía temática en la que Larraín ha narrado tres momentos de la dictadura: el alzamiento en Post Mortem, los días duros en Tony Manero y el final en No. Un 8’25.

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