22/1/15

Whiplash

Whiplash, cine a baquetazo limpio.

Sigue tocando
Apisonadora dirigida por Damien Chazelle, músico frustrado que tras un debut que nadie vio, Guy and Madeline on a Park Bench, y escribir los flojos guiones de El último exorcismo 2 y Grand Piano, ha conseguido transformar un corto prometedor en una largo demoledor.

La intensidad sube y baja, como las improvisaciones que adornan los extremos de una cinta que, si se te mete dentro, te obligará a dar el coñazo a todo conocido viviente. Y no es que Chazelle haya mejorado en la escritura de los diálogos, que siendo mejores que los de sus trabajos anteriores siguen cargados de elementos innecesarios, si no que ha dado en la clave con el tema, el tono y los personajes. Y que Dios bendiga a J.K. Simmons.

La trama nos presenta a un joven que estudia en un prestigioso conservatorio y vive con la idea de ser el nuevo genio de la batería de jazz. Para ello sabe que tiene que entrenar duro y conseguir un mentor a la altura, el profesor más temido de la escuela. Cuando por fin se cruzan sus caminos, empezará la verdadera tortura.

Miles Teller es el protagonista decidido a darlo todo por el ritmo y la velocidad. Gracias a que ya se manejaba bien antes de todo esto y a intensas clases durante semanas, es el propio actor el que toca lo que se ve en pantalla, al menos en su mayoría, y el que sufre unas cuantas ampollas de mal aspecto en las manos maltratadas. Todo porque a su lado está siempre, inclemente, el hombre que deberá exprimir el jugo del artista imprescindible que lleva dentro, si es que es así.

¡Sigue tocando!
J.K. Simmons es uno de esas secundarios con los que siempre te quedas con ganas de más y en Whiplash, por fin, tenemos una dosis con la que relamernos. Sus gritos, aplastantes para todos e insoportables para cualquiera con dudas, llevarán al protagonista y al espectador hasta el borde del abismo. Él tiene clara su meta, conseguir un nuevo genio arrancado de la desesperación y el sufrimiento, el único modo que conoce de pulir rocas del camino para encontrar diamantes. Si para eso tiene que descuartizar piedras vulgares, bienvenido sea.

El director traslada esa pregunta al espectador aunque, valiente, se termina mojando. Uno puede salir de la sala discutiendo sobre si es lícito ese sufrimiento, esa dedicación completa al propósito para conseguirlo pero no nos engañemos, pese a presentarnos a Simmons como el antagonista, Teller no es el héroe que otros hubiesen plasmado. Quizá sí al final y, por eso, Chazelle se deja llevar por sí mismo y se descubre defensor de todo lo que nos ha hecho. Supongo que a Anna Tarrés le gustará también.

La música que se disfruta durante la película es un regalo de banda sonora donde Justin Hurwitz, otro músico no tan frustrado, ha jugado con el jazz más clásico para romperlo con fragmentos de percusión que constituyen los momentos más punzantes de la trama. Curiosamente no es el Whiplash del título el que se lleva la palma, si no una versión de Caravan la que nos hace subir a los cielos en un clímax monumental.

Una cinta apasionante con la que dejarse arrollar. Fotografía limpia, fría y funcional, montaje ágil y trama punzante con jazz, sufrimiento y buenos actores, si con todo eso no te decides a ver este título yo ya no puedo hacer nada.

¡SIGUE TOCANDO!
Aquí el trailer. Si no quieres ver una de las imprescindibles del año, no pasa nada, pero luego no me llores por favor. Un 8'5.

1 comentario:

  1. WTF, después de esto y un 8,5? 9!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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