El Señor Ministro en su señor despacho |
La trama, escrita por Christophe Blain y Abel Lanzac sobre un
cómic suyo, nos presenta a un joven que es contratado como asesor de “lenguaje”
por el Ministro de Asuntos Exteriores francés. Su misión consiste en reescribir los
discursos del jefe, uniendo las ideas de todos sus demás asesores y su
propio modo de entender la política. Y a Heráclito también.
Raphaël Personnaz agunata el rol protagonista con clase,
encajando los golpes y cediendo los chistes que hagan falta a los demás. Pero
claro, la palma se la lleva el señor Ministro, interpretado magistralmente por Thierry Lhermitte. Su personaje es comedia pura y dura, desde sus citas robadas y
rotuladas hasta sus movimientos imposibles y portazos sonoros.
Con todos los secundarios ocurre lo mismo, un rebaño de
asesores bien interpretados y mejor escritos donde destaca el somnoliento Niels Arestrup.
Aquí estamos |
El tempo frenético narrativo sólo frena momentáneamente en
determinadas situaciones familiares, escenas que no encajan demasiado bien con
el resto y que resultan prescindibles. La subtrama de los inmigrantes del
colegio, un favor que parece imposible cumplir y se presenta en varias
ocasiones como si fuese un elemento clave, se revuelve en un segundo y no lleva a
ningún sitio. Esto lo digo porque con un par de recortes, Crónicas Diplomáticas
sería aun mejor.
Pero cediendo aquí y allá, el producto es absolutamente
disfrutable por todo el que se quiera reír de la falsedad política actual, ya
sea aquí o cruzando los Pirineos.
El subrayador, herramienta fundamental |
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