Muuuuy rico |
El realizador Markus Imhoof se centra en dos formas muy diferentes de tratar con las abejas. La más atractiva es la de un viejo apicultor que lucha en sus montañas de Suiza por sacar adelante sus colmenas. La otra, con algo de carga negativa, es la de una gran industria californiana que recorre el país polinizando por encargo. Ambos negocios sufren el mismo mal, las abejas, por lo que sea, están muriendo. A lo largo del metraje descubriremos el pastel y, claro, ha sido nuestra culpa.
Lo mejor de Mucho más que miel está dentro de los panales. Las enormes imágenes de los diminutos insectos trabajando incesantes en sus quehaceres, perfectamente organizados dentro del jaleo inicial, hacen imposible apartar la vista de la pantalla un momento.
Imhoof se pierde a ratos, no termina de mojarse con respecto a la responsabilidad de las grandes explotaciones y, cuando llega la abeja africana, todo se complica, tanto en el mundo real como en el documental. Sus viajes por Australia y China parecen aportar menos de lo deseado y, a parte del terrorífico relato que se trae de Asia, poco más hay que rascar.
Sin abejas no hay hombre, esta es la idea clara que remarca el documental, apoyada incluso en una supuesta frase de Einstein y que yo, a partir de ahora, apruebo. Ahora bien, ¿para qué necesitamos la mierda de las avispas?
El Gandalf de las abejas |
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