Tan frescos |
En esta ocasión mi confrontación es más moderada, las virtudes visuales poéticas del cine asiático son lo suficientemente potentes como para mantener mi interés, pero su onirismo narrativo a la hora de esparcir sus temas, que no tramas, me llevan a la deriva sin calarme del todo.
La obra nos presenta a dos jóvenes que viven en una isla pacífica donde nunca pasa nada y todo está en consonancia con la naturaleza. La aparición de un cadáver en la playa será el detonante de su inevitable salto a la vida adulta, donde conocerán la muerte, el amor, el rechazo y todo eso que nos hace despreciables y encantadores a partes iguales.
El primerizo Nijirô Murakami no sirve y me despista con su gesto perdido, siempre mirando de reojo a la cámara como esperando alguna dirección de Naomi Kawase, responsable del título y experta en esto del cine oriental contemplativo de profundidad. Jun Yoshinaga defiende bastante mejor su papel por lo que toda su historia se disfruta más. Prefiero los momentos cotidianos y rituales que los paisajes costeros, que sí, muy bonitos, pero ni sobrecogen ni aportan más que tiempo.
En definitiva, una película que pretende abordar unos temas de un modo tan delicado que a mi ha terminado por dejarme fuera. Bonita y placentera, como una siesta en una hamaca, pero lejos del tratamiento final sobre el ser humano madurando que me contaron que era.
Chanquete crack |
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